María Fals
La autora es crítica de arte
El Pop, estilo aún vigente, vincula el arte a la vida cotidiana, al mundo de la publicidad. Con su mensaje simple, su acercamiento a lo que gusta a las multitudes, sus colores planos, con temas como los artistas de modas, las coca colas, los alimentos enlatados, los artistas y personajes políticos en boga, es disfrutado por personas de todas las edades
A partir de la segunda mitad del siglo XX, se produce internacionalmente una aparente ruptura con el arte de las Vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX, tales como el expresionismo, abstraccionismo, dadaísmo, cubismo y surrealismo. Sin embargo, aunque negada, la huella de estos movimientos se mantuvo vigente.
En la década del cincuenta continuaron las influencias del expresionismo y la abstracción, gestándose así el Expresionismo Abstracto, en el que vemos manifestaciones como el informalismo, en el cual la deformación de la realidad llega a tal extremo que hace prácticamente irreconocible el mensaje de la obra, es el caso de la obra Granada Azul de Wols, artista alemán radicado en Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial y de Mesa, dulce compañera mía del francés Jean Dubufet.
También se destacó el chorreado o dripping de Jackson Pollock, en el cual este creador derramaba pintura sobre un lienzo colocado en el suelo, considerándose a sí mismo “el verdadero surrealista” al usar una técnica cercana al automatismo psíquico puro proclamado por André Bretón en el Manifiesto Surrealista. En este mismo período se desarrolló en Cataluña la pintura matérica, encabezada por Antoni Tápies y su exaltado manejo de texturas, cuya estética es muy cercana al informalismo.
En 1956, el inglés Richard Hamilton creó su obra ¿Por qué los hogares de hoy son tan diferentes, tan agradables?, un irónico collage que representa el modo de vida de las sociedades de consumo, donde lo valorado es el acceso a las nuevas tecnologías y algunas personas se objetualizan y pierden su humanidad. En ella, sobre el objeto que sostiene en su mano el personaje masculino, aparece el término “Pop”, abreviatura de popular, que acuña al nuevo estilo.
El Pop, estilo aún vigente, vincula el arte a la vida cotidiana, al mundo de la publicidad. Con su mensaje simple, su acercamiento a lo que gusta a las multitudes, sus colores planos, con temas como los artistas de modas, las coca colas, los alimentos enlatados, los artistas y personajes políticos en boga, es disfrutado por personas de todas las edades y niveles de instrucción, preferiblemente jóvenes. El Pop se ha vinculado al diseño de modas y de objetos en general. Entre sus máximos representantes se encontraron Andy Warhol, Robert Rauschemberg y Roy Linchtenstein.
El arte óptico cinético, se puede apreciar en sus dos facetas: la óptica, que busca transmitir la sensación de movimiento a través de formas abstractas colocadas en perspectivas específicas y de la dinámica del color, y la cinética, que a través de objetos móviles produce un movimiento real en el cual el color, la luz y el sonido pueden ser protagonistas importantes. Dentro de los artistas que se destacaron en este arte estuvieron el húngaro Víctor Vasarely, los venezolanos Carlos Cruz Diez y Jesús Rafael Soto, así como el argentino Julio Le Parc.
Un estilo que se mantiene presente hasta la actualidad es el Hiperrealismo, que logra, como hacía el arte realista de Courbet en el siglo XIX, la captación fiel de la realidad, basándose en la búsqueda de la objetividad y en la imitación exacta del aspecto externo de los seres y las cosas. Entre los artistas hiperrealistas que se han destacado a nivel mundial se encuentran Chuck Close, Duane Hanson, John de Andrea y el chileno Claudio Bravo.
El hiperrealismo se apoya en la imagen fotográfica y en técnicas como el uso del aerógrafo, la pintura acrílica y en la escultura el uso de fibra de vidrio y los objetos ya hechos industrialmente, el llamado “ready made”. Este estilo no busca la representación del alma de las personas, de sus problemáticas internas, sino solamente de lo que vemos, resultando muchas veces frío y carente de emoción.
El Minimal Art comenzó desde mediados de la década del sesenta y tiene hoy plena popularidad. Artistas como Donald Juad, Carl Andre y Dol Le Witt nos han legado a través de este movimiento sus estructuras perfectas y geométricas.
Se basa en la utilización de la menor cantidad de elementos para representar una obra de carácter abstracto, que puede ser bidimensional o preferiblemente tridimensional. En este estilo la obra se vacía de contenido anecdótico y emocional, percibiéndose en ella una búsqueda fría del arte por el arte. El minimalismo ha invadido el mundo del diseño, siendo una continuación radicalizada del principio del racionalismo o funcionalismo de “menos es más”.
En cambio, el arte povera o pobre, surgido en Italia también en la década del 60, aunque le da importancia a los materiales industriales como lo hace el minimal art, se preocupa por contar la historia oculta tras las cosas, por recrear las emociones, las nostalgias, por revivir a aquello que se pensaba inútil y abandonado, recontextualizándolo y convirtiéndolo en arte. Entre los creadores de este estilo se destacaron Mario Merz, Jannis Kuonellis y el vigente Miguel Ángel Pistoletto.
La transvanguardia italiana comienza en 1979, siendo bautizado por el crítico Achille Bonito Oliva. Dentro de este estilo se pueden apreciar las creaciones de Enzo Cucci, Sandro Chía y Francesco Clemente, entre otros.
La transvanguardia retorna a la estética del arte postimpresionista y de las vanguardias, inspirándose en la mezcla de los estilos de Cézanne y Van Gogh, del expresionismo, del surrealismo y de la pintura imaginaria, entre otros, buscando adaptar el legado del pasado a su forma de decir y de hacer.
No teme hacer alusión incluso al Renacimiento, al manierismo y al arte milenario mundial, en un “vale todo” que llega hasta la actualidad. También adoptan, si se les hace necesario para expresar una idea, el chorreado de Pollock y el informalismo, el “art brut”, cualquier técnica recontextualizada como modo de expresión.
Profundamente emparentado con la transvanguardia italiana, se desarrolló el neoexpresionismo alemán, que continúa y profundiza la línea catártica y de retorcimiento de las formas, iniciada por el expresionismo del grupo
“El Puente” a principios del siglo XX. En un contexto complejo, artistas como Georg Baselitz y Anselm Kiefer han dejado absolutamente a un lado la búsqueda de la belleza para recrear problemas existenciales y emociones, donde lo deformado y trágico son protagonistas.
Baselitz pinta figuras al revés, en un aparente “sin sentido” que tiene un fuerte simbolismo, usa el hacha para elaborar cabezas rústicas de madera al natural o burdamente pintadas que, sin embargo, pueden sonreírnos. Kiefer, también pintor y escultor, ha trabajado temas históricos, mitológicos y ambientales, utilizando hojas y flores secas y vidrios rotos, junto con técnicas más antiguas como la xilografía y la acuarela.
El arte figurativo de finales del siglo XX aportó su estética, sus mensajes y el reflejo de un mundo convulso, cuyos ecos se manifiestan es este siglo XXI, cargado de retos. Este arte, nacido de seres humanos que se elevaron a través de sus creaciones a un plano superior, representa el quiénes somos y de dónde venimos del que ya habló Gauguin en una obra inmortal, pero nos deja de regalo la eterna pregunta: ¿Hacia dónde vamos?