María Fals
La autora es crítica de arte
Las ideas religiosas y de otra índole necesitaban ser expresadas, el ser humano quería comunicarse con sus dioses, con sus entidades divinizadas y con las demás personas, por eso surge el arte como una forma de expresión y de comunicación portadora de belleza o de fealdad
El ser humano siempre ha buscado representar lo insondable, lo infinito, lo que cree que no está en capacidad de comprender. Por eso desarrolló el pensamiento mágico religioso como forma de interpretar y comprender la realidad. De esta forma de conciencia se origina el mito, hermanado con lo simbólico portador de una doble realidad que, de acuerdo con cada cultura, convierte por ejemplo a una serpiente en el dios creador de los hombres, en portadora de pecado o en un río maternal.
Las ideas religiosas y de otra índole necesitaban ser expresadas, el ser humano quería comunicarse con sus dioses, con sus entidades divinizadas y con las demás personas, por eso surge el arte como una forma de expresión y de comunicación portadora de belleza o de fealdad, de sublimidad o bajeza, comicidad o tragedia. El arte se vinculó desde sus comienzos a la búsqueda de las esencias, de los orígenes, intentando responder las eternas preguntas “¿Quiénes somos, de dónde venimos y acá dónde vamos?”
Por eso, el arte y la espiritualidad se hermanaron desde sus orígenes prehistóricos. Las representaciones de animales en las cuevas de Altamira tienen un totemismo inherente que vincula el arte a la supervivencia, a la necesidad de alimento vital. Los objetos rituales en la cultura egipcia antigua, la representación de dioses, mitad ser humano y mitad animal, como la vaca Athor, como Anubis, como Horus, estaban cargadas de simbolismo y religiosidad.
El zigurat mesopotámico con su estructura escalonada y sus arcos de entrada pretendía vincular lo divino y lo humano, el cielo y la tierra, acercándonos a un plano de mayor sublimidad. En la Antigua Grecia, la sensualidad del amor humano es expresada en las curvas marmóreas de Afrodita, la violencia de la guerra en la frente fruncida de Ares y la salvación de Dionisos niño por Hermes en los volúmenes de una bellísima escultura de Praxíteles.
La Roma Imperial convirtió, a través del arte, en superhéroes divinizados y musculosos al delgado Octavio y al deforme Claudio, elevando a categoría de dioses a seres humanos con poder político.
En el Neoclasicismo Antonio Canova repite la milenaria fórmula de divinizar a las élites cuando representa en mármol a Paulina, la hermana de Napoleón Bonaparte, con un cuerpo perfecto e idealizado, sosteniendo la manzana de la discordia tal y como lo hizo la Venus-Afrodita grecolatina.
En la Edad Media europea los templos se pueblan de imágenes artísticas de carácter religioso. El analfabetismo casi generalizado hizo que las paredes interiores de las iglesias se convirtieran en textos a través de pinturas murales que narraban los diferentes pasajes de la Biblia y la vida de los santos. Con su desproporción, sus líneas de cierre marcadas, su equilibrio perfecto y la brillantez de sus colores, estas pinturas nos permiten conocer la forma de vida y las concepciones religiosas de ese período.
Los Budas de Gandhara y las formas circulares de las stupas de la india como relicarios, tienen desde lejanas épocas un carácter simbólico vinculado a la paz y la armonía. Las chaityas de Ajanta, excavadas en las paredes de piedra de los acantilados, estaban pobladas de relieves y pinturas religiosas.
En las mezquitas, la representación de los principios coránicos estuvo implícita en su arquitectura ecléctica, en los caligramas y lacerías decorativas abstractas con que conectaban con la esencia de su dios Alá. En el África ancestral, según Elsy Leuzinger “la religión es la madre del arte africano”: esto es observable en los templos dogón, en las esculturas de los orishas de Nigeria, en las imágenes de los nkisis del Congo, en las máscaras de todos los rincones de ese hermoso continente.
En el Renacimiento europeo, vuelve a vincularse lo antropocéntrico con lo religioso, dejando un legado artístico de obras como los frescos de la Bóveda de la Capilla Sixtina, pintados entre 1508 y 1512 por un sufrido Miguel Ángel quien, acostado en los andamios, casi pierde la vista por la cal que caía sobre sus ojos.
A través del esfuerzo de este genial artista y de la magia de sus manos, quedó representada “La creación de los astros”, ”La creación del Hombre”, “La separación de las aguas”, entre otras escenas del “Génesis”, que humanizaron al Dios Padre como un poderoso anciano de Barba blanca, creador del Universo.
El Barroco como arte de la Contrarreforma y vinculado a la propaganda religiosa, dejó creaciones inolvidables como “La muerte de la virgen” del tenebrista Caravaggio y “El éxtasis de Santa Teresa” de Bernini, donde la pasión y el amor divino se transmiten al espectador. Las líneas curvas de las iglesias de Borromini en Italia contrastan formalmente con la severidad española herreriana del Escorial, palacio-convento de Felipe II, pero están inspirados en el mismo principio: el deseo de acercarse a Dios.
Ya a finales del siglo XIX y los comienzos del siglo XX, la sueca Hilma af Klint, madre anónima de la abstracción, antecedente del Surrealismo y teosofista, pintó de forma oculta sus intentos de vincularse con el mundo de los espíritus y las emociones que estos viajes a lo recóndito producían en ella.
Por consejo de Rudolf Steiner a la pintora, estos cuadros quedaron ocultos a la vista durante 50 años. No fue hasta 1986 que sus pinturas abstractas se exhibieron, y aunque muchas de ellas fueron realizadas antes del inicio oficial de la abstracción en 1911, la leyenda de la paternidad masculina del arte abstracto aún no ha sido variada.
Wassily Kandinsky escribió a comienzos del siglo XX el texto “ De lo espiritual en el Arte” (1912) donde plantea la necesidad de “una revolución espiritual” en pro del mejoramiento del alma humana. Esto derivó estéticamente al desarrollo de su abstracción lírica y geométrica.
Frantizek Kupka (1871-1957) vinculó en su arte la filosofía occidental y orientalista, tratando de unificar su arte a la naturaleza, a lo espiritual, tratando de alejarse de la fama y de los estilos de vanguardia vigentes, desarrollando un estilo muy personal de carácter abstracto.
Ya a mediados del siglo XX, dentro del Expresionismo Abstracto, Mark Rothko (1903-1970) vinculó su pintura especialista al mundo de las esencias, utilizando la gama de emociones que creaba la dinámica del color de sus obras en gran formato. Esa búsqueda de lo espiritual tiene su punto culminante dentro de su repertorio creativo en la creación de la Capilla Rothko (1965) centro de meditación abierto a todas las religiones, diseñado originalmente por el arquitecto Phillip Johnson y que contiene en su interior poderosas obras de Rothko.
En la República Dominicana, un artista vinculado a la espiritualidad a través de lo estético es Geo Ripley (1950), quien en este año cumple 60 años como artista. Imbuido de elementos mágico- religiosos de las raíces indígenas, africanas y españolas, su mundo creativo está poblado de espirales de fuego, de polvo de estrellas, de elementos procedentes de las religiones sincréticas y del catolicismo. Geo un símbolo de esa unión posible de “ lo que es imposible de conciliar en la vida real”, que sólo puede lograrse a través de ese puente al infinito que llamamos arte.