Por María Fals
M.A.Crítica e Historiadora del Arte
La primera tierra encontrada el 12 de octubre de 1492 por los españoles en el continente americano fue la isla de San Salvador, llamada por sus habitantes precolombinos Guanahaní. El 27 de octubre de 1492 la expedición colombina arriba a la isla de Cuba, denominada Juana por estos expedicionarios, que muy pronto devinieron en colonizadores.
El 5 de diciembre de ese mismo año llegan a la costa norte de La Española. El descubrimiento de la isla de Puerto Rico se hace el 19 de noviembre de 1493 con el desembarco de Colón y sus hombres a las playas de la zona de Aguadilla en su segundo viaje.
Para el estudio del poblamiento colonial hispano en América se deben diferenciar claramente los conceptos de “descubrimiento”, de conquista y de colonización. El descubrimiento consiste en ver, o tener evidencias de la existencia algo por vez primera.
El encuentro de las culturas precolombinas y española dio lugar al descubrimiento mutuo de estos pueblos, los europeos y los indígenas, lo que derivó en un proceso de luchas de conquista por parte de España y de colonización, entendida esta última como poblar, fundar ciudades, imponer una cultura y explotar las riquezas de un espacio geográfico avasallando a sus habitantes anteriores.
Las tres islas de Las Antillas antes nombradas fueron “descubiertas” por los invasores españoles en el orden mencionado, pero el proceso de colonización comienza en la isla de La Española, también llamada de Santo Domingo, con la fundación de la ciudad de La Isabela en enero de 1494, ubicándola en la zona costera norteña de esta ínsula.
Las razones de que se concentraran primero en el poblamiento y extracción de riquezas de La Española están dadas fundamentalmente en la abundancia de oro en su territorio. La ciudad de Santo Domingo tuvo una doble fundación al sur de la isla, la primera en la margen oriental del Ozama (1496) por Bartolomé Colón y la segunda en la orilla occidental de este río realizada por Nicolás de Ovando (1502).
El surgimiento de ciudades coloniales se dio inicialmente en la Isla de Santo Domingo de noroeste a sureste en una ruta diagonal. En Puerto Rico la primera población colonial fue Caparra fundada en 1508 en el norte por Ponce de León, posteriormente se creó San Germán en 1511 en el suroeste y San Juan en 1521 en una islita adyacente, muy cercana a la costa norte.
En Cuba, con una geografía alargada y estrecha, se comienza la construcción de ciudades tardíamente en relación con La Española. Se inicia con Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, iniciada por Diego Velázquez en 1511 en la costa nororiental. Este proceso se extendió hasta 1519 con la segunda fundación de San Cristóbal de La Habana.
La mayoría de las ciudades costeras importantes de estas islas estuvieron dotadas de murallas para protegerse de los corsarios y piratas, como es el caso de La Habana y San Juan. En el proceso constructivo del gran sistema de fortificaciones que se desarrolló en La Habana, Santo Domingo y Puerto Rico se destacó el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli “el mozo” (1585-1649).
En estas ciudades se destacan cuatro tipos de arquitectura relacionadas con sus funciones: la doméstica, la civil, la religiosa y la militar. Los materiales constructivos fundamentales fueron la piedra coralina, la mampostería, el ladrillo y la madera utilizada en los balconajes, en las divisiones interiores de las casas y las columnas de la segunda planta de algunas edificaciones.
Los estilos arquitectónicos se mezclaron e integraron, destacándose el gótico isabelino, presente en construcciones religiosas de Santo Domingo en el siglo XVI, el plateresco y la influencia del arte mudéjar o árabe en patios, techos de madera y tejas a la española. Las ciudades estaban en peligro ante el posible ataque de las potencias enemigas de España a través del corso y la piratería, de ahí se deriva la importancia que adquirieron las construcciones militares.
Las ciudades del Caribe hispano aplicaron en sus estructuras urbanas el plano de damero, con una o dos plazas principales, relacionadas con la funciones militares, gubernamentales y religiosas de los edificios que las rodeaban. Estas áreas abiertas fueron también espacios de recreo, expansión y socialización para los habitantes citadinos.
Estos centros poblacionales se vincularon en un proceso común de desarrollo, se fueron adaptando a lo largo de los siglos a la evolución socio-histórica de sus culturas, diversas y al mismo tiempo integradas, salvando procesos complejos, sirviendo siempre como espacios territoriales y temporales donde, parafraseando y aplicando una frase de Le Corbusier a este análisis, hemos podido desde antaño“habitar, trabajar, recrearnos y circular”.