Petra Saviñón Ferreras
-Eran delincuentes- dice calmado el hombre en referencia a los tres jóvenes muertos por la Policía, dos en una estación de combustibles, el otro en un hospital al que fue llevado herido por los agentes y del que habría intentado fugarse.
La primera versión ofrecida por las autoridades es que asaltarían la gasolinera pero esta información fue desmentida por testimonios que arrojan que la patrulla los persiguió hasta ese lugar y allí ocurrió el tiroteo.
Hemos llegado a un punto lamentable en el que la capacidad de asombro frente a estas agresiones, a estos homicidios, mengua cada vez más rápido y los justificamos con frases como las que abren este artículo.
Pero aún queda algo, todavía hay voces críticas frente a una institución del orden a la que poco parece importarle que le lluevan los comentarios de rechazo, de repudio y aunque no está en discusión que esos muchachos eran asaltantes, sí entra a debate la reprochable actuación de los agentes en ese y otros casos.
Es más que penoso que sean preciso las autoridades las que violen así las leyes por cuyo cumplimiento están llamadas a velar, las que vulneren el estado de derecho y violen los derechos humanos de esa forma atroz, injustificada.
Ese hecho ocurrió cuando aún estaba fresca la sangre del abogado Aquiles Martínez, muerto en un “confuso” incidente cuando los agentes lo arrestaron por un altercado con un vecino.
Un video lo muestra tirado al suelo con dos policías encima que tratan de esposarlo y lo esposan. Luego, según denuncias es subido a una camioneta y le colocan un neumático en el cuello, vaya a saber para qué.
Antes, el joven advirtió que lo matarían y así pasó.
¿Cuántas situaciones como estas deben ocurrir, cuánto luto hay que llevar a la gente para que de una vez la Policía entienda cual es su labor?