Petra Saviñón Ferreras
Qué penoso que el país atraviese una situación tan incómoda, tan seria como la originada por el sabotaje al voto automatizado por vez primera implementado y del que la Junta Central Electoral dio total garantizas de eficiencia.
Después de que a la inolvidable 11: 11 de la mañana del domingo, el presidente del organismo comicial, Julio César Castaños Guzmán, anunciara la suspensión de las elecciones, el Gobierno y la oposición denunciaron sabotaje y surgieron contraacusaciones que nada dejaron en claro.
Enciende el panorama el represamiento del técnico de la telefónica Claro Manuel Regalado y del coronel de la Policía Ramón Antonio Guzmán Peralta, jefe de la seguridad de Luis Abinader. Imputados por ese cuerpo de ser cómplices en el hackeo.
Ojalá que sea cual sea la verdad salga a flote y no caigan chivos expiatorios pero sí los que cometieron este crimen, sin importar banderías ni rangos.
Ojalá que los organismos de seguridad den pruebas fehacientes de que sus investigaciones son creíbles de forma total, sin el más mínimo nicho para las dudas.
Por fortuna, los desacuerdos, la animadversión dominante no han causado más tragedias que las acaecidas el domingo, que ya son bastantes y los únicos movimientos han sido los de ciudadanos que acuden a la sede de la JCE a pedir la renuncia de sus miembros.
Las autoridades están compelidas a dar una explicación sobre lo ocurrido y que habría sido gestado la noche del sábado 15. Todos los sectores piden la intervención de la Organización de Estados Americanos y de otros organismos como la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (Ifes).
Ahora a esperar que sean cuales sean los resultados arrojados por una investigación aun abierta, el sector señalado como culpable, oficialismo o sus contrarios, no diga que esas entidades están parcializadas con un bando.