Petra Saviñón Ferreras
La muerte, ave medalaganaria, siempre nos impacta, aunque estemos en su espera y sepamos que vendrá en cualquier momento y más aún, pese a que nos consta que es ineludible, igual logra descompensarnos.
Su vuelo a veces rasante, a veces alto, nos sacude, nos choca y es tan atrevida que en ocasiones deja que sus alas nos rocen provocadoras.
La parca es señora en medio de los temas sociales que nos muerden, de las injusticias lancinantes propiciadas por políticos, empresarios y hasta por pueblo común. No distingue de clases y burlona o circunspecta toma todas esas almas tan suyas.
Hoy me ha tocado recibirla, verla bien cerquita de mi amigo Abraham, el hermano que la vida y quizás ella misma me prestó. Lo ha tomado en todo el esplendor de sus 42 años.
Vino tan común, vestida de infarto, conocedora de que a esa edad son fulminantes esos ataques a la máquina que mueve el resto del organismo. Tal vez mejor así, más sano que no tocara el órgano más esencial, el cerebro, y que lo arrebatara con una expiración cuasi tranquila, sin gran dolor. Esa es la parte menos dura.
Siempre he visto a la muerte como un respetable personaje, al que hago reverencias, pero esta vez me sacudió fuerte, para luego hacerme entender que no me quitó más que la parte física de mi compañero porque lo otro está aquí, donde debe estar siempre.
Justo eso, lo vivido, lo plasmado me permite tomar esta licencia para escribir desde la hermandad que genera la convivencia saludable con la gente amada.
¡Buen viaje!