Petra Saviñón Ferreras
Ha dado la vuelta al mundo y aflojado corazones pero el video de un niño sirio que pide a los pueblos árabes y al resto de la humanidad romper el silencio, condenar la masacre, no ha hecho que la Organización de Naciones Unidas asuma una postura ni firme ni media ni blanda.
Solo silencio en el organismo que agrupa a los estados débiles y fuertes. A los avasallados y a los opresores.
El lugar al que van a parar todos los conflictos y en el que las posibles soluciones son sugeridas y debatidas ¿no ha encontrado motivos para emitir una resolución en la que fije postura?.
Lo peor de todo este mutismo es que justifica las voces que gritan que la ONU no es más que una dependencia del gobierno estadounidense.
Al organismo parece no sacudirle ni las escenas desgarradoras de gente que corre sin rumbo ni las de los otros, los que ya no corren porque yacen bajo los escombros.
¿Cuántas escenas terroríficas faltan, cuántos niños mutilados o muertos son necesarios para que el mundo deje oír su voz? .
¿Será que para occidente Siria está lejos, muy lejos y teme que si grita su solidaridad no lo escuche? .
No ha de ser ese el motivo porque de manera paradójica para agredirla sus tentáculos la alcanzan.
Pero aun así, si asumimos que el asunto con este lado es la distancia, ¿qué es lo que frena a la comunidad árabe, qué es lo que espera, qué es lo que la amordaza para repudiar tanta bestialidad?.