Petra Saviñón Ferreras
Ojalá que el empadronamiento iniciado el jueves sea en lo adelante más ágil, organizado, con una logística que permita efectuar el trabajo estadístico que las autoridades han anunciado con tanta antelación.
El jueves, el presidente Luis Abinader fue la única persona censada a la hora prevista de arranque de la medición, 8: 00 de la mañana. El resto sufrió los efectos del retraso.
Esa descoordinación aumentó las críticas a un censo objeto de rechazo por partidos políticos y organizaciones que lo creían sesgado e innecesario con un país aletargado aún por el covid-19.
Cuestiones como la nacionalidad lastimaron llagas y exacerbaron ánimos. Ahí llegaron las denuncias de que esa encuesta ocultaba el interés de legalizar miles de haitianos.
El paquete traía, proclamaban los críticos, un oculto saco de malas intenciones disfrazadas con una campaña de concientización sobre la importancia de colaborar con los empadronadores y sostenida en la alerta de que quien rehusara a ser censado o a censar iría preso.
Así esto, entre mensajes para persuadirla por las buenas y por las malas, a la población le quedan 13 días para aportar sus datos y de paso algunos de sus vecinos (que los deslenguados no vean una oportunidad).
Sí ombe, ojalá que este sondeo sí valga para mejorar la calidad de vida de la gente, con escuelas donde en realidad sean necesarias, con el fortalecimiento del sistema hospitalario, con inversiones en el sector agropecuario que garanticen la seguridad alimentaria.
En conclusión, que este levantamiento genere mayor inversión en las áreas más sensibles y que contribuya a evidenciar las carencias en todos los órdenes para que puedan ser enfrentadas y sacadas de la vida republicana.