Petra Saviñón Ferreras
A veces es más fácil escribir desde la imaginación, a la que logramos moldear a nuestro antojo. Es mejor en tantas y tantas ocasiones sumergirse en ese mundo irreal en el que podemos inventar nuestras historias.
Colocarles ese final que nos llegue, que nos impacte o solo que nos guste, porque en conclusión positivas o negativas son nuestra “realidad ficticia” y solo será casualidad que pase fuera de nuestras mentes algo similar a lo inventado.
Pero cuando toca escribir a inicios de año sobre esa cantidad de desgracias acaecidas en solo dos días, las letras salen duras, huecas, adoloridas.
Mujeres muertas por sus parejas o excompañeros, riña entre miembros de una misma familia que deja muertos y heridos, balacera en un centro de diversión, accidentes que cortan vidas de gente joven por imprudencia suya o ajena.
Solo 48 horas han bastado para dejar a la sociedad con la mano en la cabeza, en medio del asombro ante situaciones a las que no haya explicación lógica.
Cada nuevo año, los deseos de paz, prosperidad, amor están ahí repetidos pero ahora más que nunca son necesarios en una población que requiere recordar, volver a la sana convivencia.
Salud es el mayor deseo que podemos anhelar para esta sociedad enferma de intolerancia, de desprecio a la vida, de irreflexión, de egoísmo, de falta de juicio y que no es capaz de ver que fomenta su propia caída.
Prefiero ser ingenua y pensar que estas tragedias que ahora nos sacuden serán las primeras y las últimas de esta década que recién comienza, porque los buenos deseos de tanta gente serán realidad.
Ojalá no sueñe demasiado.