Petra Saviñón Ferreras
En mi artículo anterior planteó cómo la mezcla de las causales con aborto libre creaba confusiones, malestar contraacusaciones de tergiversación de ambos lados.
En una esquina, los próvida afirman que los procausales quieren vender la idea de que no les importa la vida de las mujeres afectadas por embarazos incluidos en esta demanda y en la otra, los grupos a favor exponen que los quieren vender como abortistas.
Ahí es donde hay que cuidar las estrategias para salir bien parados. El martes, por ejemplo, el médico Víctor Terrero afirmó que las iglesias desinforman porque quieren hacer creer que lo que buscan es legalizar esa práctica sin restricción.
Lo dijo en el campamento y ahí mismo, ese mismo día una representante de la Articulación Nacional Campesina expresó que en Azua el aborto es complejo porque hay muchas adolescentes en estado (olvidó que las causales son para situaciones específicas). Entonces ¿Quién crea confusión?
De la misma manera ha salido a colación el caso de la adolescente Emely Peguero y hemos oído cosas como que si el aborto existiera esa muerte no hubiese ocurrido. Primero, esa tragedia ocurrió preciso porque esa niña no quería abortar y segundo, aunque sí lo deseara su preñez no aplicaba para esas excepciones.
Igual, cuando el presidente Danilo Medina promulgó el Código Penal con las causales incluidas, representantes de entidades que las reclamaban dijeron que no estaban conformes porque lo ideal era aprobar el aborto sin restricción para bajar las muertes maternas. (En el artículo anterior ya cité que las estadísticas oficiales no registran aumento de decesos por esa razón y qué bueno)
Es evidente la unión de una cosa y otra, de causales con el aborto libre, que en nada beneficia a la mujer, al contrario.
En la situación de embarazos en adolescentes, el país requiere formar pero no solo a ese segmento, un estudio de Intec arroja que la mayoría de las estudiantes universitarias usa como método anticonceptivo regular la pastilla del día después, un medicamento de emergencia, que según esa y otras investigaciones no deber ser usado más de dos veces al mes.
En el reclamo por las causales, la salud de la madre ha sido la más enarbolada por los defensores de la despenalización, mas los médicos opuestos recuerdan que existen protocolos y que el Código Penal les exime de responsabilidad por la muerte del feto, siempre que hayan hecho todos los esfuerzos por salvar las dos vidas y explican que no es lo mismo practicar un aborto a que la criatura muera en el intento de salvarle.
Para más claridad, la población debe ser orientada sobre cuáles son los casos en los que una mujer necesita abortar para recibir tratamiento y qué pasa si le suministran ese procedimiento embarazada.
Surgirá además la interrogante sobre si ese especialista puede errar al creer que es posible manejar una enfermedad sin hacer un aborto, cuando lo requería o viceversa, que pensara que fuese necesario un aborto para salvar a la madre sin serlo y en ambos casos actuar de buena fe.
La causal de imposibilidad de vida extrauterina choca con la inexactitud de la medicina, ciencia en la que dos y dos no siempre son cuatro.
Así, la propia Sociedad Dominicana de Ginecología rehúsa apoyarla porque es difícil determinar cuándo una criatura no sobrevivirá fuera del útero y porque los diagnósticos sobre patologías del feto no son siempre exactos.
El drama que representan los embarazos por violación sexual sensibiliza y coloca esta causal en alternativa. Pero aun así los grupos provida alertan que el 70% de las mujeres violadas que abortó mostró luego arrepentimiento.
Es por tanto, un tema que va más allá de opiniones sustentadas en creencias religiosas o de las que mantienen que la mujer es dueña de su cuerpo y la realidad es que en todos los casos de aprobarse las causales será necesario más que un artículo del Código Penal, puesto que todas las gestantes en esa situación requerirán asistencia incluso sicológica, ya sea que aborten o no.