Margarita Quiroz
Esta realidad atemoriza y mientras más difícil es poder vivir en República Dominicana, por el alto costo de los productos básicos, más de estos jóvenes se lanzan a las calles a manera de subsistir.
El asunto es que estos parqueadores y limpiavidrios son productos de un sistema que les niega las oportunidades para una mejor vida y se ven obligados a lanzarse a las calles en busca el sustento diario, evidenciando un accionar carente de formación familiar y educativa; muchos de ellos, incluso, presos del consumo de sustancias ilícitas.
Esta realidad atemoriza y mientras más difícil es poder vivir en República Dominicana, por el alto costo de los productos básicos, mayor número de estas personas carenciadas se lanzan a las calles donde hacen malabares para subsistir.
Todos los que transitamos por la ciudad tenemos una historia que contar, incluso hay vías las cuales se suelen evadir por el acoso e impertinencia de estas personas.
Recién una joven fue agredida en su rostro porque se negó a dar dinero a un limpiavidrios, y este domingo, tenemos otro caso: el reportero gráfico Guary Cuevas, de Noticias RNN, fue agredido por un limpiavidrios, mientras realizaba su trabajo como miembro de la prensa, entre las avenidas Jhon F. Kennedy y la Máximo Gómez. Castro también sufrió una herida en la cabeza provocada por una pedrada.
Pero los limpiavidrios no son los únicos ‘dueños de las calles’, qué decir de los parqueadores de carros, qué exigen un pago por un servicio que no ofrecen y usando, por demás, un espacio que no les pertenece.
Vamos mal… y lo peor es que nadie dice nada. Suceden los acontecimientos de agresión a ciudadanos y la alarma y alerta sólo queda en el tintero de los periódicos y voces mediáticas.
El domingo pasado, mientras llegaba junto a mis dos hijas al Jardín Botánico a participar de la caminata ‘Dale Color a mi Vida’, que organiza la Fundación Manos Unidas por Autismo, viví la experiencia más reciente.
El parqueo del Botánico estaba repleto por lo que nos vimos obligadas a aparcar en la calle, bastante retirado de la entrada. Aún no había bajado del vehículo cuando visualicé a un señor parado en la puerta del carro, con un bastón y un ticket de RD$300 en manos.
«Su vehículo tiene todos sus accesorios» me preguntó el ‘eficiente parqueador’ de forma inesperada, a lo que contesté: usted puede comprobar, miró re reojo y de inmediato me extendió el ticket.
Qué es eso, pregunté, con cara de ‘me crees estúpida’. Ante mi reacción, me dijo de una forma ya no tan autoritaria son RD$100, pero debe pagarlo ahora.
Le cuestioné nueva vez, quién lo ordena, por órdenes de quién ustedes están aquí, el señor ‘ni loco ni perezoso’ evadió las interrogantes. Optó por sugerir, deme RD$50, pero ahora.
Utilizando su estrategia le dije, deje investigar dentro.
Al salir de la caminata, cuatro horas después, el señor ya no estaba, tampoco los demás compañeros que, al igual, asediada a todo el que llegaba. Gracias a Dios mí vehículo estaba intacto.