Petra Saviñón Ferreras
A principios de mes, un periódico publicó la noticia de que Winifer Núñez Beato, con siete meses de gestación, murió en Santiago porque no le fue practicado el aborto que requería para salvar su vida. Fue víctima, decían los familiares, de la malformación de la criatura, que igual pereció.
Poco más tarde, ese medio retiró la información de su portal digital y de sus redes sociales, sin que los lectores supieran la causa.
El martes, la familia de la joven de 25 años y el grupo procausales protestó contra la renuencia del congreso a despenalizar la interrupción del embarazo en tres circunstancias, peligro para la madre, imposibilidad de vida extrauterina y violación sexual.
De inmediato, el Colectivo Médicos por la Vida desmintió que una cría con problemas de salud arriesgue a la progenitora, incluso, ni siquiera muerta en el vientre. Entonces, dadas estas orientaciones científicas que nadie ha refutado ¿Cuál fue la verdadera razón de esa tragedia?
El ministerio de Salud Pública debe arrojar luz, hacer que la verdad salga a flote y explicar qué ocurrió con esas dos vidas perdidas, pues solo ha corrido la versión de que la embarazada “ameritaba” un aborto porque el feto era inviable.
Si ya sabemos que esto por sí solo no es un agravante de la condición de salud de la madre ¿Qué otros factores incidieron? ¿Había una condición que arriesgaba a Winifer y no la han detallado ni la familia, ni los procausales ni los especialistas que la atendieron?
Ahora es deber de las autoridades sanitarias salir a responder a la población, a despejar los nubarrones, la incertidumbre que gira alrededor de este caso y evitar que sea usado como estandarte de lucha sin tener a mano los detalles totales.
Con su intervención, este organismo frenará las especulaciones, las informaciones tergiversadas, malsanas, la manipulación echada a correr sin que esté clara la verdad, como si el objetivo central fuese solo ganar una causa como sea.