Petra Saviñón Ferreras
Las tres causales del aborto abren puertas a las discusiones más agrias y a las intolerancias más radicales de ambos lados. Generan fricciones que muchos evitan con la abstención de comentar.
Pero una de las cuestiones que más aguza el debate es la forma en la que son mezcladas causales con aborto libre. Esa liga crea confusión y aumenta las ofensas.
Ahí sube todavía más el tono, los calificativos, generalizaciones y descalificaciones. Decir por ejemplo que gente que lo rechaza maltrata a los animales y a sus empleados no es argumento de defensa, porque por desgracia en todos lados hay personas así.
Ir por esa vía lleva a recordar que igual mujeres que apoyan el aborto libre porque defienden los derechos de sus congéneres desde su posición de poder avasallan a otras y replican el mismo moldeo avasallador que critican.
Por tanto, las causas deben ser defendidas con argumentos que las validen, por sus propias fortalezas, no con detracciones a los opuestos.
Uno de los lemas que sustentan el reclamo de aborto libre es que la mujer es dueña de su cuerpo, lo que no está en discusión. Pero que el feto no es parte de ese cuerpo, sino otra vida, no es postulado religioso, es científico.
Que necesita a la madre para gestarse, sí, lo mismo que un recién nacido amerita de los cuidados de un adulto y esto de madre desde la preñez está tan claro que hasta los propios defensores del aborto libre lo asumen cuando hablan de evitar muertes maternas con abortos legales.
Como si ese fuese el remedio, como si obviaran que los países en los que es legal registran defunciones por esa práctica y lo más serio, reduce la natalidad pero no los embarazos indeseados, su principal motivador.
Encima y de acuerdo con estadísticas oficiales, tampoco es cierto que los abortos clandestinos eleven las muertes maternas, que de forma lancinante crecen en el país.
Que abortar es una acción de efectos negativos lo confirman esos mismos grupos, cuando afirman que ninguna mujer lo quiere.
Entonces ¿Por qué abortan? La mayoría arrastrada por las circunstancias, por la falta de alternativas, de respaldo, por la inducción indirecta o directa de la pareja, de la familia, de la sociedad, por el miedo.
Que la mujer decida porque es libre, es otra consigna, visto lo anterior ¿De verdad es decisión o es asunción forzada?
¿Qué tan libre es una mujer que aborta acorralada por los factores adversos y qué tan libre es después de hacerlo?
¿Qué el síndrome post aborto no esté asentado en el DMS (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) significa que un siquiatra nunca ha tratado a una mujer a consecuencia de abortar?
Lógico, no es lo mismo salir con una pancarta a la calle a pedir la legalización del aborto libre que tener uno.
La principal causa de aborto en todo el mundo son los embarazos no deseados fruto de relaciones consensuadas. Por eso, es muy probable que las mujeres que hagan este reclamo nunca aborten porque tienen formación para prevenir, lo que no ocurre con la mayoría de las que sí abortan. Pertenecen a los estratos socioeconómicos más bajos, con todo lo que implica.
La salud sexual y reproductiva, a cuyo nombre es pedida la legalización, queda fortalecida con la reducción de esos embarazos y con la disminución de los abortos. Hacia ahí habrá que encaminar los programas, con prevención y respaldo.
Ya nos han dicho demasiado que en los países desarrollados el aborto es legal hace mucho tiempo (pareciera que es símbolo de modernidad, de avance) pero ocurre que la mayor tasa está entre las más pobres, el gran grueso inmigrantes o descendientes de.
Las mujeres que defienden los derechos de las mujeres deben ser las primeras en rechazar el aborto libre y propugnar para que ninguna tenga desesperada que recurrir a esa práctica.
Desde la pareja, la familia, el Estado y los grupos que luchan por los derechos de las mujeres deben surgir mecanismos de protección, pues probado está que es muy raro que una embarazada apoyada aborte.