Petra Saviñón Ferreras
La salud mental es una de las áreas más descuidadas por el individuo, la sociedad y el sistema sanitario. Una verdadera tragedia.
La falta de orientación desde el Estado sobre la importancia de preservar la estabilidad emocional, psíquica deriva en el descuido y en la ausencia de información que permita comprender estos padecimientos.
Claro, la parte más cruel es la ausencia de protección, de asistencia, de garantías para estos seres humanos, cuya situación deteriora a veces de forma irreversible.
Esa carencia convierte al enfermo en un ente discriminado, lastimado por la incomprensión y por las burlas y lo lleva incluso a sentirse culpable de su padecimiento por no ser capaz de poner de su parte, como si fuese tan simple.
Como si esa lista fuese pequeña, la engrosa la desprotección de un sistema de Administradoras de Riesgos de Salud que lo deja abandonado, carente de cobertura para consultas y medicamentos, salvo escasos lugares y planes avanzados que pocos poseen.
Uno de los males más frecuentes, la depresión, convertida en una pandemia poco comprendida y de efectos devastadores para el cuerpo, la mente y el alma, pasa en tantas ocasiones inadvertida y tiene tantos disfraces.
Así, estamos asfixiados con cada vez más patologías, por ese inmenso y aterrador catálogo que trastorna la cotidianidad y nos resquebraja cuando vemos escenas como las de personas en estado deplorable que vagan en doloroso y humillante trayecto quién sabe a dónde.