Nelson Encarnación
Ignoro si se trató de un destape sincero o de una traición del subconsciente, pero hace unos días a uno de los principales ejecutivos de los Leones del Escogido se le atribuyó decir que el equipo, al ser descartado en la serie regular, ahorraba dinero.
Supongo que se refería a que, al pasar a lo que se llama “todos contra todos” (en la serie regular también son todos contra todos), los equipos no tienen que invertir en nuevos refuerzos extranjeros para competir en esa etapa del torneo.
Me pareció que, en principio, el ejecutivo estaba siendo sincero desde el punto de vista empresarial, pero esa sinceridad llegaba a un irrespeto monumental hacia una fanaticada que lleva hasta este día sufriendo con un equipo que ha perdido el 68% de sus juegos, en muchos de ellos habiendo bateado hasta cinco hits más que el ganador.
Si es verdad que la eliminación temprana de un equipo permite a la franquicia ahorrar dinero, eso se justifica desde la óptica financiera.
¿Pero qué nos dice a los fanáticos que consumimos hasta la última reserva emocional viendo que su equipo no es capaz de ganar dos juegos seguidos o producir carreras en más de una entrada, dejando en bases hasta 14 hombres?
Quisiera que los ejecutivos nos respondan esas inquietudes, mientras siguen ahorrando para las próximas contiendas.
Necesitamos que no sea una bella añoranza que vive en nosotros, aquella final de 1981 cuando, en la novena entrada, con la pizarra igualada a dos, las Águilas Cibaeñas abrieron el inning con un triple, y el dirigente Felipe Alou ordenó llenar las bases intencionalmente, logró sacar el cero, puso las piezas para que los Leones dejaran en el terreno a los santiagueros y ganar el campeonato en el último de un electrizante 9-5.
Los escogidistas reclamamos que el equipo sea retornado al plano de equipo competitivo que le permitió ganar cuatro de cinco series finales en las que participó hasta su último campeonato ganado en 2016.
Esta proeza de la pasada década fue posible gracias a que la franquicia abrió la chequera y trajo al juego a muy buenos peloteros que se entregaron a la causa del Escogido para situarlo en los planos competitivos y triunfadores.
Para entonces se asignó al equipo del lado derecho del estadio Quisqueya “Juan Marichal” el aguerrido mote de “duros de matar” y a los golpes incogibles como “tabla escarlata”, ambos apelativos más que justificados.
A la pregunta del título debemos agregar: ¿Qué ha pasado con el Escogido? ¿Se sienten los ejecutivos cómodos dirigiendo un equipo que ha venido de más a menos y con una debacle aparentemente sin retorno? Sería agradable recoger pronto esta queja.