Petra Saviñón Ferreras
Las acusaciones dejan una mácula en la imagen del imputado que aún absuelto queda impregnada como ciertos olores y aunque la presunción de inocencia es enarbolada como un derecho fundamental, es mandada a la porra por las autoridades y por los medios de comunicación.
Así, es frecuente ver imágenes de personas indicadas como presuntas autoras de delitos graves, asesinato, asalto a mano armada, violación sexual, y de inmediato el lector o televidente lo asume culpable, lo condena.
Pero ¿Qué ocurre cuando ese individuo es descargado porque las pruebas demuestran su probidad? ¿Cómo reacciona la gente que lo topa en la calle?
El sufrimiento que conlleva ser víctima de una falsa denuncia es incalculable, lo mismo que ser objeto de una torpeza de esa Policía que envía por confusión la fotografía de una persona a los medios de comunicación, señalada en un hecho con el que nada tiene que ver.
El caso es más complejo que el solo enfrentamiento al qué dirán. Aparecer en noticias vinculado a crímenes y ahora con la difusión mayor que da el alcance de las redes sociales, implica un trastorno mucho mayor.
Las dificultades encierran imposibilidad de obtener empleo, de establecer pareja, hasta de convivir en armonía con la propia familia. En resumen, llevar las riendas de una existencia en orden.
Ahí está la importancia de respetar la presunción de inocencia. Evitar el efecto lancinante en las vidas honestas. De todos modos, culpable o no, si un acusado ya está detenido ¿Qué falta hace divulgar su imagen a los cuatro vientos?