Petra Saviñón Ferreras
Otra vez frente a las puertas de un año nuevo del que la gente como siempre espera arrase con to lo malo que trajo el que finaliza, porque es mucha la carga.
Lo mismo que los anteriores, el balance de este será de dificultades y lógico la evaluación concluirá en que fue peor que el otro. Será por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El covid marcó un antes y un después, es cierto, pero este fin de año, distinto al pasado, el mundo tuvo un respiro y en el caso de este país la gente disfruta sosegada la apertura, aunque no faltan las quejas por el alto costo de la canasta familiar, la delincuencia y la violencia.
Han sido 12 meses convulsos, eso sí. Cargados de situaciones y de anhelos de cambios, de peticiones de transformación a un gobierno que en 2020 estaba recién estrenado y poco podía el pueblo exigirle
Pero ahora, ya afincado, la población extiende su carta de reclamos y uno de los deseos más comunes es el de frenar la corrupción, de castigar a los corruptos pasados y a los actuales, claro, previa comprobación de culpabilidad.
En el caso de los funcionarios destituidos por presuntas irregularidades, abrir y sostener investigaciones que lleven a conclusiones serias, en las que prevalezca la verdad. Recordar que la cancelación no basta.
La justicia debe estar liberada de sensacionalismo, de espectáculos circenses, de afán de protagonismo y respetar la presunción de inocencia y para esto, hay que desestimular los juicios mediáticos.
Qué buen fin e inicio de año tendríamos con este regalo de justicia verdadera, guiada solo por el interés de preservar el erario, la salud de la patria.