Petra Saviñón
Cuando los políticos fomentan, a conveniencia, a plena conciencia, la dependencia a las dádivas que dejan gotear del mal usado erario, el Estado, es ese trampolín del que cuelgan las posibilidades de mejorar las condiciones de vida, con empleos ganados en las caravanas o en otros métodos de campaña
Pero ocurre que no todos pueden alcanzar el pastel y los que quedan fuera del convite rabian contra el grupo que ayudó a llegar al poder y que ahora le da la espalda
Sucede cuando el sistema de cosas está fundamentado en el clientelismo, en la oferta del tesoro público como si fuese un botín propio de los gobiernos de turnos, bueno a lo mejor sí lo es
Mas, tanto los que pueden disfrutar solo de forma precaria de los beneficios de estar arriba como los que quedaron en Babia, tiene en común que sienten de cerca las precariedades, los golpes de las carencias económicas cuyos nombres son hambre, viviendas indignas, falta de vestido y muchos otros
Y la gente empieza a sumirse en un desencanto y a descreer de todos, hasta de los que prometen cambios mediante justicia social, quizás porque asumen que en muchos casos ese es igual otro discurso falto de autenticidad
Tal vez porque ese pueblo pobre, raído, sabe bien que es fácil exigir equidad desde la comodidad de la buena vida
Y cuando oye sobre partidos y sobre grupos sociales, alguna gente echa chuipi, porque está cansada de promesas, de teorías, de discursos y ese cansancio aparece agudizado por las experiencias vividas
Por eso, a mayor edad, más desencanto y por eso, los partidos políticos están cada vez más desgastados y ese camino llevan los movimientos sociales. Faltan sacudidas