Petra Saviñón Ferreras
De repente y con el proyecto de Código Penal de nuevo en palestra, una desgracia, un desgarrador suceso coloca en escena la eterna discusión del aborto. Una adolescente muere por un sangrado y llega el diagnóstico que nadie sabe de dónde surgió: la indujeron a abortar.
Como reguero de pólvora y de otras cosas desagradables cunde la versión de que un profesor le hizo ingerir pastillas contraindicadas en el embarazo y salen las voces que proclaman que si la interrupción voluntaria fuera legal, esa muerte no ocurría. Pero…
De repente y para continuar con el asombro desde otra óptica, la autopsia arroja resultados tan disímiles que esa teoría queda otra vez aplastada con toda su ignominia.
Estas declaraciones recuerdan el caso de Emely Peguero, frente a aquella tragedia, igual voces desde el mismo campo de acción pregonaron lo mismo. Así, con la joven que murió porque su madre la habría obligado a ingerir píldoras.
Vienen las interrogantes ¿Si el aborto fuese legal, una mujer pudiera ser obligada a abortar, como en el caso de Emely con su novio, la chica con su progenitora y lo que vendieron hasta ayer de Esmeralda, que luego la necropsia tumbó?
¿Qué tiene que ver con las causales? ¿Cuál es el alcance que tendría cada una? ¿Solo los abortos ilegales causan muertes? ¿Esa práctica es un derecho o una derrota del sistema?
Es penoso usar casos como estos para intentar una pesca en río revuelto, que al final solo podría traer peces descompuestos, podridos.