Héctor Valdez Albizu
El autor es gobernador del Banco Central de la República Dominicana
Luego de las perturbaciones que generara la pandemia del COVID-19 en las cadenas de suministro y en la inflación, problema que se agravó con la invasión rusa a Ucrania en febrero 2022, la economía mundial se fue desacelerando en un contexto en que los bancos centrales del mundo mantenían una postura restrictiva a través de incrementos en sus tasas de política monetaria para moderar el incremento de precios.
Justo cuando estas medidas contribuían a ganar la batalla contra la inflación tanto en Estados Unidos de América (EUA) como en Europa, un nuevo capítulo quedó abierto en el comercio global con el anuncio del presidente Trump de nuevos aranceles a sus mayores socios comerciales y a bienes particulares de gran importancia a nivel internacional.
En efecto, el presidente Trump utilizó la “Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional” para anunciar aranceles de 25 % sobre las importaciones de México y Canadá y de 20 % sobre los productos procedentes de China, así como un 10 % sobre las importaciones de energía de Canadá, principal suplidor de electricidad e hidrocarburos de EUA.
En la práctica, la justificación de la administración Trump para imponer estos aranceles se basó en el alegato de una gestión inapropiada de estos países en el control en sus fronteras de la migración ilegal y del tráfico de drogas, en particular del fentanilo. Como era de esperarse, los gobiernos afectados reaccionaron con medidas similares de retaliación comercial, lo que ha incrementado la incertidumbre en la economía mundial.
Adicionalmente, el presidente Trump anunció un arancel de 25 % al acero que podría provocar aumentos en el precio de productos hechos con estos metales como automóviles, electrodomésticos, alimentos y bebidas enlatadas, entre otros. De igual forma, el gobierno de Estados Unidos ha anunciado a partir del próximo mes de abril la imposición de aranceles recíprocos a nivel mundial, lo que podría exacerbar las tensiones comerciales y deteriorar las perspectivas económicas.
Por otra parte, los cambios de visión de Estados Unidos con respecto a los conflictos geopolíticos junto al ambiente de guerra comercial vigente afectarían de forma particular a Europa, que viene experimentando una fuerte ralentización económica influida por dos años de recesión en su principal economía, Alemania, y un bajo crecimiento en torno a 1.0 % en Francia. En este contexto, las perspectivas económicas y el panorama político de las naciones del viejo continente se han complejizado drásticamente.
La administración Trump ha adoptado medidas para enfrentar la inmigración ilegal, lo que ha dado como resultado un incremento acelerado en las deportaciones de los migrantes a sus países de origen. Estas medidas podrían tener efectos en el mercado de trabajo de EUA aumentando los costos laborales, particularmente en el segmento de trabajadores no especializados, en sectores como la agricultura y la construcción.
Ante este panorama de mayor incertidumbre, se han incrementado las expectativas tanto de aumentos de precios como de una fuerte desaceleración de la actividad económica en Estados Unidos, lo que podría repercutir en un menor crecimiento de la economía mundial. Como se puede observar en el gráfico 1, el indicador de incertidumbre de política económica de EUA, publicado por la Reserva Federal, se encuentra en su nivel más alto en los últimos 25 años, destacándose que en los periodos en que este indicador se ha ubicado en niveles similares la economía estadounidense ha entrado en recesión.
Con el propósito de mantener ancladas las expectativas y lograr una reducción de la inflación a su meta, la Reserva Federal de EUA ha mantenido elevadas las tasas de interés de fondos federales, lo que ha incrementado la afluencia de capitales hacia ese país en busca de un mayor rendimiento. Estos flujos de capitales han contribuido al fortalecimiento del dólar y al incremento de la volatilidad en los mercados financieros globales, deteriorando el valor de las monedas de economías desarrolladas y emergentes.
En América Latina, una gran parte de las monedas de los países se ha depreciado en el último año. En el caso dominicano, gracias al dinamismo de las actividades generadoras de divisas y a la fortaleza de sus fundamentos económicos, se ha preservado la estabilidad relativa del tipo de cambio.
En 2024, la depreciación del peso fue de 5.0 %, menor a la variación promedio de 6.5 % contemplada en el marco macroeconómico que elaboran los ministerios de Hacienda, Economía, Planificación y Desarrollo y el propio Banco Central. Dicho marco utilizó como referencia para la elaboración del Presupuesto General del Estado 2025, una variación promedio del tipo de cambio de 5.5 % para el presente año.