Petra Saviñón Ferreras
A las puertas del año lectivo 2023-2024 la respuesta dolorosa para los padres de que no hay cupo retumba en su cerebro, tumba su ánimo y arropa al país.
Es un drama que desde largos años viven comunidades empobrecidas, algunas ya superan la década de espera, como La Ceiba, de Villa Mella, que clama por su liceo a medio talle.
Una lista desesperante contiene centros desde la loma Las Cañitas, de la provincia Baoruco, en el sur, hasta el extremo, allá en Jamao al norte, Santiago, o en la misma capital. Aún el centro de todo.
Así, cada año, padres, madres, salen a desandar planteles para inscribir a sus hijos, una proeza y un lujo hallar cupo y sobre todo ahora que las exigencias en algunos han aumentado y prefieren a los de índice elevado. Otra manera de excluir.
Es neurálgico, cardinal que las autoridades arrecien la conclusión de esas infraestructuras y empiecen a levantar otras en demarcaciones que lo requieren con urgencia.
Alquilar espacios en colegios es una solución que ayuda, pero es indiscutible que no resuelve el gran mal, lo mismo que las aulas móviles.
Ojalá que esta falta de aulas no corte las alas a tantos muchachos que al negarles de ese modo el pan de la enseñanza pudieran ser arrojados a buscar el otro, el material, de la manera menos adecuada.
Hay tiempo y fondos, imagino, para revertir todo eso. A poner empeño en esas escuelas pendientes para que ese vaticinio nunca llegue y al contrario, la abundancia de centros frene la delincuencia.
Cruel sería echar a esos niños y adolescentes a las calles a hacer y a hacerse daño.
Como dice mi prima Bernis ¡Dios libre y guarde!