Petra Saviñón Ferreras
Muchas son las ocasiones en las que la sociedad sacudida por casos dramáticos saca espacio para buscar un lado gracioso
Hemos aprendido a reír después de la consternación, del llanto, lo que está bien pero en ese afán de que las cosas nos choquen lo menos posible, dejamos que la mano extralimite funciones
Así, en tragedias como cuando un hombre intenta quitarse la vida por inconvenientes con una mujer o pretende otro quitársela, lo primero que hacemos es fijarnos en la apariencia física de la dama
De esa manera, si consideramos que la protagonista del suceso no está a la altura de tal “sacrificio”, entonces vienen las críticas al que osó arriesgar tanto por “tan poco”
Ahh, en cambio, si la fémina es definida como un mujerón, ahí sí cualquiera comete una locura y coge hasta diez tiros. No obstante, eso no la libra de los más disimiles comentarios, de los más degradantes insultos
Es esa falta de respeto, esa grosería, ese burlarse de las mujeres “feas” o de ver a las “bonitas” como objeto del deseo y ese vaciar toda la culpa en ambas, al punto de cometer ilícitos como publicar imágenes suyas sin su consentimiento
Eso es lo que lacera cada vez más a una sociedad que no acaba de asumir cuándo está mal, que no entiende que ya perdió hace rato, aunque pelee revisión
Todavía hay tiempo de erradicar esos conceptos, esa visión preconcebida de que las medidas nos hacen, de que necesitamos adecuarnos al estereotipo de belleza, al canon inculcado por los siglos de los siglos
Aun hay espacio para romper, para desatar esos nudos que asfixian el raciocinio y nos mutilan como humanidad