Rosa Francia Esquea
rosafranciaesquea@gmail.com
Cuando se menciona a la declamadora Maricusa Ornes solamente se la está identificando con un trocito de la verdad.
Esta eminente mujer puertoplateña fue más que una declamadora de versos, aunque lo hacía de manera magistral.
A esa actividad ella agregó sus dotes de catedrática universitaria, creadora de la Academia de Arte Escénico de Puerto Rico “Santo Domingo”, de un grupo de poesía coreada y del teatro Arlequín.
Además, estuvo firmemente comprometida con los ideales de libertad y de justicia social de su país y lo hizo con la divulgación de los trabajos poéticos de otros dominicanos sufrieron los rigores del exilio, como Pedro Mir y Carmen Natalia Martínez Bonilla, quien fue su compañera de lucha en la Juventud Democrática, un bastión contra la tiranía trujillista.
Pero también, en su trajinar literario y teatral, ella incorporó a su repertorio a otras figuras universales, como a los grandes Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Antonio Machado, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez.
En la década de los años 80 tuve la oportunidad de conocerla cuando su compañía Arlequín deleitaba con hermosas producciones teatrales. También,
dirigido por ella, presencié la magistral puesta en escena de “La casa de Bernarda Alba”.
Gracias al trabajo de investigación que hace la escritora Ylonka Nacidit-Perdomo, y a la amistad que la unió con ella, los dominicanos hemos tenido
la oportunidad de conocer más acerca de la trayectoria de Maricusa Ornes, una mujer que llevó en su sangre las venas combativas del antitrujillismo
como hermana que fue de Horacio Ornes, comandante en la Invasión de Luperón de 1949, y del periodista Germán Emilio Ornes Coiscou, que
dirigió El Caribe por años.
Maricusa, quien en una oportunidad expresó: “Creo que el arte hace mejores a los hombres. Un mundo donde los hombres dediquen mayor tiempo a las actividades artísticas y culturales tiene necesariamente que ser un mundo más amplio, más lleno de belleza, en el que se podría alcanzar la aspiración de paz que vive en todos los corazones” se nos fue del plano físico el pasado domingo.
Mientras le decimos un “hasta luego” la despedimos con sus propias palabras: “He amado a mi tierra; he amado a los niños; he
amado a Dios, que Dios es arte y creación”.