María Fals Fors.
M.A Historiadora del Arte. Crítica de Arte
Manolo Pascual, el artista, nació en Bilbao en 1903. Fue altamente exitoso en su oficio desde su juventud y recorrió buena parte de Europa aprendiendo y exponiendo. En 1919 gana la Medalla de Honor de la Academia de San Fernando de Madrid y luego una beca de estudios en París. De vuelta a su patria, obtuvo el premio de Roma por lo que viaja a Italia, donde continúa aprendiendo de Donatello, de Cellini, de los grandes del Renacimiento y del Manierismo y presentando nuevas exposiciones en
Madrid y Roma.
Hombre de ideas liberales y cercanas a la izquierda, participó en la Guerra Civil Española donde llegó a obtener el grado de capitán. En medio de la guerra pierde a su esposa, de la que se había separado hacía poco tiempo y su hija Ariadna, apenas una niña, tiene que refugiarse con otros muchos infantes en la Unión Soviética para no morir en medio del conflicto bélico.
Cuando fracasa la República frente al Franquismo, logra volver a su amada Francia, que ya no era la misma que conoció en sus años de formación artística. Era ya un país colocado a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, que recibía con cierta reticencia a los recién llegados que huían de otro pandemonium de hambre, muerte y destrucción.
A inicios de la década del cuarenta del siglo XX, decidió entonces viajar a la República Dominicana para alejarse de esa Europa ardiente. Acá pronto se hace de un nombre dentro de los artistas y la intelectualidad antillana, siendo nombrado en 1942 director de la Escuela de Bellas Artes.
Se estableció en los alrededores de las ruinas de San Francisco, inició una nueva vida junta a su nueva esposa Clara Rothkowiez. Más tarde se reunió con ellos su hija Ariadna. El Maestro Manolo Pascual tuvo gran éxito en el aspecto profesional en nuestro país, aunque vivió bajo la vigilancia estrecha del dictador Trujillo, conocedor de su pasado revolucionario.
En Santo Domingo se dedicó por igual a la pintura y al dibujo, prefiriendo en esta segunda manifestación la tinta y el gouache. Hizo también bellas obras de orfebrería y cerámica. Sin embargo, donde alcanzó mayores logros fue en la escultura, en la que utilizó materiales diversos, algunos tradicionales como el mármol y el bronce y otros menos usuales como el hierro y el plástico.
También es importante destacar que trabajó de manera nueva el estaño, modelándolo con un soldador.
Asediado por la dictadura, quien lo había separado de su puesto de Director de Bellas Artes y habiendo recibido un importante contrato para trabajar en la Escuela de Investigaciones Sociales de Nueva York, se marcha a ese país en 1951, dejando un legado docente de gran importancia en la formación de jóvenes artistas de la República Dominicana, así como numerosas obras y exposiciones.
Cuando analizamos las creaciones de Manolo Pascual desde el punto de vista formal, percibimos una mezcla interesante de academicismo y vanguardias, el gusto por la pintura de desnudos, que recuerdan las pinturas griegas sobre cerámica por sus líneas de cierre marcadas y su manejo exacto de la anatomía. Sus figuras se encuentran usualmente colocadas oníricamente sobre fondos de textura rugosa con manchas abruptas. Los caballos, símbolo de libertad, peces y aves están entre sus temas
preferidos y mejor trabajados.
En la escultura, ecos de la deformación expresionista, del ready made del Dadá, toques de la escultura tradicional africana y la imbricación de materiales y técnicas variados son apreciables de forma evidente. Los animales y la figura humana siguen siendo los temas preferidos también dentro de esta manifestación. Rostros de piedra sin miradas, ovalados y fríos, se mezclan con la sensualidad de la caoba centenaria y el metal, en una amalgama de esencias y expresiones.
En Estados Unidos continuó desarrollando un arte cada vez más expresivo, lleno de fuerza y vigor, utilizando láminas de metal ensambladas y fundidas y figuras humanas filiformes, para crear seres infinitamente intensos, atrevidos, como lo son un pelícano con una única pata que lo sustenta, un ser que gira y se agita contra el viento y un pez que abre su boca sedienta de oxígeno para no morir.
Manolo Pascual fallece físicamente en 1983, pero dejó una obra inconmensurable que necesita ser divulgada y analizada en su justa dimensión, ubicándola en el sitial de honor que merece este grande de las artes plásticas de todos los tiempos.