Río de Janeiro.
Lula da Silva decidió aceptar la orientación de sus abogados, que presentaron un pedido de libertad inmediata luego de la decisión adoptada el jueves por el Supremo Tribunal Federal.
A las 16:15 de la tarde, el juez encargado de su detención firmó el orden de liberación, luego de 580 días de cárcel. A las !7:42, Lula salió de su celda. Cuando faltaban ocho para las seis, el preso político más conocido del planeta apareció en la entrada de la sede de la Policía Federal en Curitiba, capital del estado de Paraná.
Luciendo un elegante blazer oscuro, camiseta oscura y jeans, surgió más delgado que cuando ingresó a prisión, pero aparentando buena forma física.
Fue recibido por familiares, amigos, correligionarios y su actual novia, la socióloga Rosangela da Silva.
Lo primero que hizo fue dirigirse al grupo que desde su detención, en abril del año pasado, armó un campamento – la vigilia “Lula livre”–, que a cada mañana gritaba “¡Buen día, presidente Lula”, y luego “¡Buenas tardes, presidente Lula!” hasta llegar al “¡Buenas Noches, presidente Lula!”.
Empezó por agradecer a los militantes del campamento. “Ustedes no tienen idea de la dimensión de que yo esté aquí hablándoles”, dijo. “Ustedes eran el alimento de la democracia de que yo necesitaba para resistir a la torpeza y a la canallada que una parte podrida del Estado brasileño hizo conmigo y con la democracia”.
Luego, llevó la platea a sonoras carcajadas al presentar Rosangela da Silva: “Logré cometer la hazaña de, pese a estar preso, conquistar una novia, y que ella aceptara casarse conmigo cuando yo saliese de aquí”.
Mezclando momentos de chiste y risas con otros, de duras críticas al ex juez y actual ministro de Justicia del gobierno ultraderechista, Sergio Moro, al fiscal Deltan Dallagnol y a algunos comisarios de la Policía Federal, Lula parece haber calculado bien el tono de lo que serán sus pronunciamientos ahora que está libre. “La parte mentirosa de la Policía Federal, el costado mentiroso y canalla de la Fiscalía Federal, y Moro, ellos no han encarcelado al hombre, intentaron matar una idea”, dijo.
Fue un discurso corto (no más de quince minutos) e improvisado, como es habitual en él. Se espera para muy pronto un acto de grandes proporciones a ser realizado posiblemente en San Bernardo, municipio vecino a San Pablo, donde está la sede del sindicato de metalúrgicos que él presidió en tiempos de la dictadura y fue la cuna del Partido de los Trabajadores (PT).
La defensa de Lula, a su vez, reiteró que seguirá reivindicando la anulación del juicio que lo condenó sin pruebas, basado solamente en “convicciones” del entonces juez Moro, pedido ese ahora reforzado por las revelaciones de la publicación digital The Intercept Brasil, del periodista estadunidense Glenn Greenwald.
El material ya revelado puso en claro que mucho más que juez, Moro fue el verdadero coordinador de la acusación, orientando los pasos de los fiscales supuestamente comandados por Dallagnol.
Si la batalla jurídica de los defensores del ex presidente no tiene plazo para terminar, el tiempo de la vuelta de Lula al ruedo político empezó a ser contado ayer.
Antes había dos expectativas sobre qué haría el ex presidente al recobrar la libertad. La primera indicaba que tomaría rumbo al centro, buscando apoyo para intentar un muy remoto frente opositor. La segunda: que comandaría una intensa campaña contra el gobierno de Bolsonaro, concentrando fuego en su programa económico y en las pérdidas de los trabajadores.
La posibilidad de que Lula abriese espacio para una especie de inflexión rumbo al centro fue ampliamente discutida por dirigentes del PT, y descartada por todos, a empezar por el expresidente.
Lula reiteró siempre que, una vez en libertad, fortalecería la oposición al gobierno ultraderechista y señalaría los daños sociales provocados por medidas económicas del neoliberalismo fundamentalista del equipo económico de Paulo Guedes, ex funcionario del dictador Augusto Pinochet en Chile.
No entraría, sin embargo, en combate directo con Bolsonaro, pues sería necesario bajar a la grosería que caracteriza a la actuación del actual presidente.
La opción adoptada consiste en apuntar cada acto del gobierno y señalar las consecuencias, con destaque para el desempleo y el número de brasileños que volvieron a una situación de pobreza extrema y miseria.
Además, en los actos públicos que ocurrirán a partir de ahora, trazará comparaciones entre el cuadro actual y el que existía en Brasil bajo sus dos mandatos. Hoy, son 12 millones de desempleados, otros 26 millones de sub empleados o con empleos precarios, 13 millones de miserables, es decir, exactamente el inverso de sus tiempos en la presidencia.
Además, podrá rememorar programas sociales como el “Mi Casa, mi vida”, de viviendas populares, o el “Ciencias sin Fronteras”, de concesión de becas en el exterior, o el de financiación para cursar universidades, que están siendo debilitados diezmados por Bolsonaro.
Un Lula en estado puro está de regreso a las calles. Y con eso empezó, más que un cambio radical, un vuelco radical en el escenario político de Brasil: la situación a Bolsonaro no sufrirá solamente los efectos de los desastres que él y su clan familiar producen a cada día. Ahora, se oirá la voz de Lula.