Petra Saviñón
La autora es periodista
Los peatones son esas personas que cada día pierden más derechos frente a los vehículos, esas que sufren que les arrebaten las aceras, y las tomen de parqueadero y que además los asalten allí mismo ladrones motorizados.
Son los que ven entre resignados e impotentes a los motoristas y hasta a los conductores de guaguas subir a esos espacios que les pertenecen.
Esos que aunque el semáforo esté en rojo son víctimas de desaprensivos que vienen a to lo que da solo para colocarse delante a esperar y así cruzar primero y ganar unos segundos. Algunos incluso repartidores que van identificados con el logo de la empresa. Pero ocurre porque nada importa.
Esos que caminan por necesidad, por gusto o por lo que deseen, son los que corren el riesgo de caer en una alcantarilla a la que delincuentes le roban la tapa, y así tantos han perdido la vida.
Ir a pie en este país es sinónimo de heroísmo, de valentía que permite enfrentar todas las vicisitudes a las que los exponen los choferes con su imprudencia y las autoridades con su indiferencia, ineptitud o ambas.
O quizás ser transeúnte signifique que no hay más opción que aceptar esa realidad nefasta, aunque el miedo acuda a la puerta, al corazón y a la boca del estómago.
Cuántas tragedias faltan, cuántos muertos más a causa de las acciones negativas de los que manejan el volante, que parecen igual controlar las decisiones de los que manejan las acciones para que rija la ley.
¿Cuándo imperará el civismo, la decencia y la autoridad que erradiquen este desorden o es mucho pedir que impere lo correcto?