Petra Saviñón Ferreras
La autora es periodista
Con los alumnos “inteligentes”, de “buen comportamiento” todo es más fácil en los centros educativos, sí públicos y privados. Esos no dan problemas, con esos los profes van suave.
Pero con los otros, con los que tardan en asimilar, con los que no tienen la destreza para copiar rápido, con los ‘carpetosos’, con esos es un caso. Qué vaina bregar con esos fuñíos muchachos ¡Cuántas pruebas!.
Las tienen feas los niños con mala conducta, que en lugar de recibir exhortaciones para cambiar, hallan maltrato, vejaciones y los que no cuentan con las habilidades de los que van en la fila de los adelantados.
Claro que ya no hay esas separaciones, ya no están alejados los sobresalientes de los “brutos” Ojo, solo de forma física, en el trato queda la espina clavada en el ego, en el amor propio y a veces puya para siempre.
Cambia, todo cambia, la modernidad nos trae cosas asombrosas, inventos pasmosos. Mas, en el ser humano hay cuestiones invariables que parece nada puede remover, como la falta de tacto, la capacidad de herir al prójimo, al próximo, a ese que está ahí cerquita y la ausencia de compasión.
Sí, igual están los valores, las buenas acciones, los docentes dulces, maestros de verdad. Sin embargo, es como si esos fueran especímenes en extinción y le dejaran el centro a los otros, a los que todavía en esta era moderna, modernísima esgrimen actitudes que hace tiempo debieron quedar sepultadas.