Petra Saviñón Ferreras
Las apariencias, esas máscaras que hay que proteger bien del polvo y del deterioro, nos modelan, nos crean un mundo en el que hasta asumimos cierto el montaje, en esa trama en la que representamos papeles según la cantidad de guiones.
Así, pregonamos cosas en público que rechazamos en privado y muchas viceversas más, o en ese afán de estar con Dios y con el diablo o en plural, cambiamos de opinión con el ambiente, tan camaleónicos
Ojo, como no es tan fácil a veces sostener tantos roles, de cuando en vez dejamos señales del desgate y poco a poco nos descubrimos con todas nuestras ambivalencias
Ocurre en todos los campos del diario vivir. Postura fomentada por la obsesión de ser aceptados y/o por el temor al rechazo, cuestiones parecidas pero no idénticas y por el interés de sacar provecho. Sí, también.
Así construimos una sociedad de ideas falsas ambiguas, estériles y enseñamos a los que nos preceden a trillar ese camino de inestabilidad que solo atasca.
En la política, en la escuela, en la familia, en el barrio, los temas espinosos los manejamos de acuerdo con el público que presencia nuestra puesta en escena, con un histrionismo que dependerá del talento para sustentar ese personaje.
Esa capacidad de histriones determinará nuestro éxito y constituirá un riesgo o una ventaja, nos catapultará o nos derruirá pero sea lo que sea, al final solo quedará nuestra conciencia para mortificarnos o ni eso, si nos hemos sumergido tanto en el papel que nos lo creímos.