Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
Este artículo es la continuación de un texto anterior, publicado por ElDigital.com.do en el que se trató sobre la evolución de las artes visuales en Las Antillas Mayores, específicamente en Haití, Jamaica y Puerto Rico desde el siglo XIX hasta la actualidad. En esta ocasión, daremos un panorama general de la evolución de las artes visuales en Cuba.
Próximamente, en un tercer y último artículo, abordaremos de forma general la evolución de las artes visuales en la República Dominicana desde el siglo XIX a la actualidad.
La razón del tratamiento de estos contenidos está dada en la limitada referencia al arte contemporáneo del Caribe en los pensum de las carreras universitarias relacionadas con las artes, en las que se trabaja muy escasamente la producción artística de los pueblos antillanos, así como el poco conocimiento del público general sobre estos temas dada la escasez de fuentes de consulta asequibles a ellos.
La Academia de San Alejandro fue creada en 1818 en Cuba durante el período colonial, siendo esta la segunda institución de este tipo fundada en Hispanoamérica. Esta fue dirigida inicialmente por el pintor francés Juan B. Vermay. Durante el siglo XIX se impone la influencia neoclásica y académica, observándose una fuerte influencia francesa en la pintura y el grabado.
En el siglo XIX se desarrollan en la pintura géneros como el retrato, donde se destacan Armando Menocal y Leopoldo Romañach, así como el paisaje en el que se aprecia el colorido afrancesado de las campiñas cubanas, interpretadas por Esteban Chartrand.
Ya en las décadas del 30 y del 40 del siglo XX, los ecos de las Vanguardias Artísticas se hacen sentir en la plástica cubana, observándose la influencia del cubismo, del expresionismo y del surrealismo en un arte híbrido que buscaba destacar lo identitario, y que se acerca en muchos casos a lo afrocubano. Artistas como Wifredo Lam con su obra “La Jungla” y René Portocarrero con la serie de la Santa Bárbara representan los orishas del panteón yoruba y un fuerte sincretismo.
En la década de los 50 del siglo XX, en Cuba se produce una poderosa evolución hacia la Abstracción, influenciada por el auge del Expresionismo Abstracto en los EE. UU. Aparecen así las creaciones abstractas del poeta y pintor Fayad Jamís, de Mariano Rodríguez y de Servando Cabrera.
Desde la década del cuarenta, en el campo de la escultura, se desarrolla la obra de Agustín Cárdenas, quien utiliza materiales diversos al representar formas curvas y ovales de carácter biomórfico, así como la de Rita Longa, artista de una gran diversidad temática y técnica, quien creó esculturas monumentales y ambientales en madera, mármol, hierro y bronce.
A partir de 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, los artistas son convocados por el intelectual comunista Juan Marinello para que retornen a la figuración, representando los sucesos del proceso revolucionario.
En 1961, Fidel Castro, líder de la Revolución, pronuncia sus “Palabras a los Intelectuales en las que incluye su famosa frase “Con la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho” que marcó el camino de las artes plásticas en Cuba a partir de ese momento.
En las décadas del 60 y del 70 se aprecian las “Milicias Campesinas” de Servando Cabrera, “Las Masas” de Mariano Rodríguez el maestro de los gallos polícromos, los juguetes melancólicos y desagarrados de Ángel Acosta León, fallecido prematuramente, el surrealismo lírico y vital de Zaida del Río y “La Anunciación” inquietante y premonitoria de Antonia Eiriz.
A partir de la década de los 80 del pasado siglo, se produce en Cuba una renovación formal y sobre todo conceptual, con temas cuestionadores del entorno social. Este vuelco se inicia con el grupo Volumen I, integrado por José Bedia, Juan Francisco Elso, José Manuel Fors, Ricardo Rodríguez Brey, Rubén Torres Llorca, Leandro Soto, Rogelio López Marín, Tomás Sánchez y Gustavo Pérez Monzón, entre otros.
Sus obras, profundamente diversas, iban desde el conceptualismo y las remembranzas de José Manuel Fors hasta el Hiperrealismo onírico de Tomás Sánchez, pasando por los intensos referentes mágico religiosos afrocubanos del universo artístico de Bedia. Todos ellos rompieron paradigmas, abriendo las artes visuales cubanas a un espectro más amplio.
De forma paralela a todo esto, Manuel Mendive sigue desarrollando la temática afrocubana en la pintura, el Performance y el Arte Calle, mientras Raúl Martínez adapta el Pop de Warhol a una iconografía que representaba las ideas de la Revolución.
En los últimos diez años del siglo XX y los que ya lleva el siglo XXI se aprecian obras significativas, como las esculto-pinturas de “Los Carpinteros” (Alexander Arrechea, Marco Castillo y Dagoberto Rodríguez) quienes, con su lenguaje sutil, logran crear objetos polisémicos y controversiales.
Luis Manuel Otero Alcántara ha trabajado los símbolos patrios y el tema de la libertad, desarrollando pinturas, dibujos y varios performances como el que realizó paseando una imagen de Babalú Ayé por las calles de La Habana en una acción plástica altamente significativa.
Alexis Leyva (Kcho), a su vez, muestra los sinsabores de la emigración, de las yolas y balsas que navegan sin visa en busca de un sueño, ese que a veces termina en el fondo del mar o en las orillas de la nostalgia. Recientemente, visitó la República Dominicana para participar en la exposición “La última cena” el artista visual cubano Arián
García, cuya obra, altamente poética y nostálgica nos remite a la bandera, a Martí, a precarias casas de madera, a velas que alumbran y bendicen la senda del futuro.
A través de sus obras, las artes visuales en Cuba han ofrecido testimonios de la vida de diferentes épocas y han mostrado las metas y la visión individual del mundo de cada uno de sus creadores.
Como todo lo que se basa en los principios de lo bello, lo bueno y lo verdadero, las artes visuales
en Cuba seguirán adelante, siempre avanzando rumbo a la esperanza.