Petra Saviñón Ferreras
Es inconstitucional obligar a la gente a vacunarse, dicen desde los estamentos estatales. Por eso causó tanto revuelo un proyecto de ley confundido con un intento de forzar la inoculación y que sus propulsores aseguraron trataba de que los hospitales públicos cubrieran todas las vacunas a los infantes, una necesidad, una urgencia.
Que los niños pobres tengan acceso a protección contra todas las patologías prevenibles es un acto de equidad, de justicia que les debe el Estado y todos los gobiernos que lo han dirigido. Así que si esa es la idea, hay que aprobar cuanto antes y aplaudir con ganas.
Ahora con el caso de la prevención contra la covid-19, el tema de la obligatoriedad, de imponer, desde entonces en palestra, toma un vigor mayor.
La semana pasada, dirigentes de sindicatos de transporte alertaron que los choferes que no estén vacunados no podrán laborar pero igual, esta disposición abarca a los pasajeros. No les permitirán abordar el vehículo sin previa muestra de tarjeta que certifica su vacunación.
Desde el lunes, personas que tenían cita en Palacio quedaron con el moño hecho y no pudieron tratar sus asuntos con los funcionarios de ese alto nivel, porque no los habían puyado para librarlos del contagio de la enfermedad.
Para remate, el senador de Fuerza del Pueblo, Dionis Sánchez, sometió una resolución para impedir que los ciudadanos que no están inoculados accedan a lugares públicos y sus compañeros la aprobaron. Ahora veremos qué dice el Poder Ejecutivo. No obstante, aunque esto aún no entra en vigencia, poco a poco son limitados derechos.
El malestar y las dudas ensombrecen la jornada. Mas, lo que sí está claro es que ha faltado orientación precisa que motive a vacunarse y aunque es cierto que ya muchos acuden de propia cuenta, todavía algunos sectores muestran temor a las consecuencias que podría tener esa inyección en su organismo.
Esto es válido y está fortalecido, insisto, por la carencia de una promoción seria, eficaz que ayude a entender la necesidad de este procedimiento. La campaña tardía que ha presentado el gobierno debe profundizar más, ser más agresiva. Más incluso que el virus y la resistencia del rebaño a inmunizar.