Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El pasado 7 de julio de 2022 en el Centro Perelló de Baní, República Dominicana, se inauguró la exposición La última cena en su quinta versión, con artistas de República Dominicana y de diferentes países de Latinoamérica y el Caribe. Incluyó diferentes manifestaciones artísticas como la música, las artes culinarias y las artes visuales.
Hoy deseo acercarme al análisis formal y conceptual de algunas de las obras que se pueden observar en el Salón Gilberto Hernández Ortega. Este análisis se extenderá en cuatro entregas hasta trabajar todas las obras pictóricas presentadas siguiendo un orden alfabético a partir del nombre de los autores presentes en la muestra.
Comenzaré por el artista cubano Arián García, quien es pintor, escultor y diseñador gráfico graduado de la Academia de San Alejandro y del Instituto Superior de Diseño Industrial, con Máster en Gestión e Innovación de Diseño, exponiendo sus obras en diversos países como los EE. UU, España, República Dominicana.
Su lienzo “Mi última cena, en tonalidades oscuras”, realizado en técnica mixta es poseedor de un gran simbolismo. Múltiples velas apagadas, de diferente grosor y altura, aún humeantes como recuerdo de su pasado esplendor, se alzan todavía hacia el cielo, profundo en su negrura, mientras una única luz se levanta iluminando un mundo en el que la lobreguez inmensa casi lo devora todo.
Obra polisémica en que puede usted construir su propio significado religioso y filosófico, cuestionador o apegado a la tradición, resulta inquietante en medio de un universo de sombras que amenazan cada día con devorar el alma.
Alberto Lestrad, pintor dominicano de reconocida trayectoria, que se inicia desde la infancia en el camino del arte, quien con series como la de sus mujeres y espantapájaros ha poblado el espacio sígnico de la plástica de mitos, encuentros y búsquedas, nos trae su versión de “La última cena” en la que coloca la figura del Cristo sentado a la mesa con sus doce apóstoles, en un escenario- pedestal, que ensalza, pero aísla, contemplado por múltiples personas, captado por diferentes miradas de espectadores que observan con admiración la obra de la entrega de la fe, pero que sólo miran, no se suman al gesto infinito del amor.
La figura agigantada del Cristo sigue el principio de jerarquización ya utilizado en el Antiguo Egipto, los apóstoles lamentan la noticia de la próxima muerte física de Jesús, mientras pequeños y anónimos seres humanos son testigos mudos de lo que va a acontecer, tal vez olvidando que el sacrificio del Cordero representará su salvación. Sólo la mirada celestial del Santo Espíritu se acerca al protagonista, lo toca y lo llena de luz.
Carlos Romaguera, pintor puertorriqueño, oriundo de Santurce, maneja con igual talento el esmalte, el dibujo y la pintura. Doctor en optometría, ha realizado cursos de modelado en México y diferentes talleres. Sus obras han sido expuestas en EE. UU y la República Dominicana.
Su “Sunday transmutation” de 54 X 102 pulgadas, realizado en óleo sobre lino, encubre a través de la técnica puntillista el “gran milagro”, en el cual el pan se convierte en el cuerpo y el vino en la sangre del Señor. Mientras, el espíritu se alza en espirales doradas, volando entre puntos neutros que lo esconden, diciendo tal vez que solamente a través de la fe, buscando más allá de la selva de lo cotidiano, podemos alcanzar la paz, ser parte de esa trasmutación y ascender en la escala humana y en la divina hacia la infinitud.
Daniel Manta, peruano, uno de los “Cuatro Puntos” fundadores de este proyecto artístico de “La última cena” iniciado en el 2002, es profesor de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes de su país natal y fundador del grupo “Encuentro”. Ha expuesto en Argentina, Brasil, Chile, República Dominicana, México, Nicaragua, Estados Unidos, Ecuador, Perú y otros lugares del mundo.
“La última cena” interpretada por Manta irrumpe en sus tonalidades rojas y negras, con dos manzanas, frutas prohibidas, sobre un corazón latente. El triángulo de la “trinidad” a la izquierda, coronado con un arco rebajado, nos recuerda al Padre, al hijo y el Espíritu Santo en equilibrio con un trébol de tres hojas. Los contrastes de luces y sombras, el sugerir sin decir, el sintetismo y la profundidad simbólica son parte de mundo del artista que nos habla del pecado y de la salvación en su inmenso misterio.
Eddy Santiago, dominicano nacido en Jarabacoa, la tierra donde duerme Dios en su hamaca de cumbres y nubes, se inició en el camino del arte con las enseñanzas de Juan Bravo y Valentín Acosta. Ha realizado talleres con el pintor mexicano José Luis Bustamante y de grabado con la puertorriqueña Consuelo Gotay, entre otros maestros. Estudió además en la Escuela de Bellas Artes de Santiago. Ha expuesto en Estados Unidos y la República Dominicana.
En “La última cena” de su autoría, despliega una gran variedad cromática, observable en una obra de grandes dimensiones por su tamaño y calidad, donde se resume la Cena de ese Jesús eternamente vivo a través de su rostro en meditación, del vino de su sangre eterna y del pan que se abre a la vista de todos, invitándonos a partícipes de la mesa del Señor, a ser los discípulos que el mundo necesita para colmar nuestros contextos humanos del mensaje de fe, caridad y esperanza que tanto se necesita.
Esmeralda Bobadilla es una pintora y muralista dominicana nacida en Baní. Alumna de Norberto Santana, entre otros maestros, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en el YMCA. Ha expuesto en los EE. UU y en importantes salones de la República Dominicana, recibiendo varios reconocimientos, entre ellos el de Personaje del Mes en el Centro Perelló de Baní en el 2012.
Su obra “La cena en el Aposento Alto”, posee una estructura ternaria. En ella la luz que viene de la alto es portadora de la imagen sagrada de Jesús, que cierra los ojos mirando hacia su interior colmado de bondad. La efigie blanca de un Cristo humano, sin embargo, se presenta a la mesa para sentarse entre sus seguidores, portando en sus manos la copa con la sangre que pronto se derramará para buscar la salvación.
El círculo de los apóstoles, entre tanto, se ilumina a través de la luz que emana del centro, la cruz y el pez simbólico enmarcan el hecho místico, ese que cada domingo se repite recordando aquel momento de unión y entrega con lo divino.
Federico Cuello es pintor, director de artes y publicista. Nace en Barahona y realiza estudios de arquitectura en la UASD. Estudia en Perls Art School de New York Producción y dirección de Arte Publicitario. Participó en el XVII Bienal de Artes Visuales de República Dominicana, donde obtuvo en tercer premio de Pintura. Su obra ha recorrido espacios internacionales como Brasil, Argentina, Chile, Alemania, Italia, Japón, Estados Unidos, entre otros.
Su “Despedida” ubica la cena en un espacio rural atemporal, que me recuerda el norte desértico del México hermano. Cargada de onirismo y al mismo tiempo de cotidianidad, me provoca en su interpretación el acercarme a esa temática migratoria, del que se va a tierras del Norte, pero que queda en el recuerdo, en el aroma de los alimentos compartidos, en los momentos irrepetibles que nos hicieron hermanos.
Ese que se marcha, se transmutará en otro, pero en el espacio terrenal de sus orígenes, los frutos de la tierra seca son abiertos por las manos de mujeres, cubiertas por pañuelos o sombreros, y siempre lo traerán de vuelta en un retorno a esa semilla de la cual nació.
El arte, forma especial de conocimiento, nos transforma y acerca a lo sublime. Desde su nacimiento se hermanó con el pensamiento mágico- religioso como forma de acercarnos a aquellas cosas que escapan por su profundidad al plano minúsculo en el que nos proyectamos.
De esto deriva el mensaje inconmensurable de las interpretaciones artísticas que componen el proyecto de “La última cena”. Su calidad estética y profundidad conceptual, nos conducen a ver como decía Saint Exupéry, “lo que es invisible a los ojos”, aquello que “sólo se puede ver con los ojos del corazón”, el amor del que habló Pablo en Corintios 13, el que “todo lo espera” y nos hace mejores seres humanos.