María de las Nieves Fals Fors. M.A
Historiadora del Arte. Crítica de Arte
Un color intrínsecamente caribeño, que se encoge intentando brotar por los poros de las líneas ondulantes. Mujeres, máscaras, círculos concéntricos, un círculo rojo frente al azul deslumbrante del cielo tropical. Murales y lienzos con historia donde convergen el pop, la abstracción, un muralismo didáctico, el expresionismo y la vida misma.
Los amantes de papel se retuercen en un óvalo de amor, la vida fluye en cada tonalidad del rectángulo de sus dibujos. Hay mucho en Pedro Veras de profeta, algo de tigre, un poco de místico y toques de cronista en su rostro cuando interpreta en su arte la vida cotidiana. La lucha entre la vida y la muerte, las técnicas mixtas, huellas dactilares, acrílico, manchas, caos de eternidades se aprecian en la magia de sus obras.
Trabajador infatigable, presente en las redes sociales divulgando su quehacer, poniéndolo al alcance de todos y bajándolo de las torres de marfil tan propias de los temerosos y los inseguros.
Ese es el joven artista plástico, Pedro Veras, con una obra variada y constante, con un estilo lleno de búsquedas alucinantes hacia su propio yo individual y hacia el yo colectivo dominicano, quien muestra un profundo conocimiento de las técnicas pictóricas y una creatividad exuberante. Me place tener en mi colección personal una de sus obras de la serie Los amantes, fiesta de fuerza, de erotismo y vida, de placer de luz y vibraciones de amor.
Su producción artística en sentido general me trae a la memoria el texto de Kandinsky “De lo espiritual en el arte”, me lleva a sumergirme en su torbellino de rojos y verdes infinitos y ascender las cumbres rojas de montañas innombrables. Sus imágenes son un reto a la imaginación, constituyen una obra abierta al decir de eco, mucho valor es necesario para intentar descifrar el espíritu que anida en sus pinturas.
Mejor debemos construir con sus acrílicos nuestro propio mensaje, nuestro inédito mito, haciendo un ejercicio hermenéutico a partir de cada uno de nosotros mismos.
Me asalta desde su Facebook una luna y un eclipse, un cuerpo- boca que grita al artista que lo pinta, gotas-lágrimas de aguas de los siete mares dedicadas a una amiga, chapeadoras, rostros deformados de viejos que nos juzgan, que nos tientan y nos dicen que levantemos la esperanza resguardados por madamas florecidas, que insistamos en nuestro sueño, que es el mismo de Pedro, que es el mismo de todos: la felicidad.
Otro Veras se está manifestando ahora, en este abril de un terrible 2020, creando en lo recóndito de esta cuarentena de final incierto, alistándose para una nueva vida, siempre amparando sus coloridas figuras detrás de una mascarilla, con maternidades temerosas, laceradas, sin rostros o con cerrados ojos meditabundos e introspectivos.
Gracias Pedro por lo que que soy cuando contemplo y trato de penetrar en lo infinito de tus obras, gracias por tus murales de Nagua, de Santiago, de Los Ríos, por tu labor de docente y de misionero del arte, por tu optimismo sin derrota y por aquel momento en que, sentados junto a Marcos frente al mar, compartimos el maravilloso placer de mostrarnos el alma y los sueños a través del color y la palabra.