Petra Saviñón Ferreras
En la gestión de esta Procuraduría General de la República hay muchas expectativas, mucha ilusión de que la justicia sea encaminada de forma justa, de que los delitos de menor y mayor grado sean sancionados con estricto apego a la ley.
Esto, espera la población sea concebido gracias a las diligencias, a las investigaciones del cuerpo de fiscales que trabajaría para ello y que como parte de un organismo que lucha contra la delincuencia común y contra la otra, la que lesiona los bienes estatales, laborarán en respeto absoluto al debido proceso.
Este Ministerio Público está bien recomendado. Sus cabezas son valoradas y vistas como guardianas contra flagelos como la corrupción, ese mal lancinante que por tanto tiempo ha consumido gran parte del erario y empobrecido a la gente más vulnerable.
Sin embargo, hay algunos escollos en ese camino hacia la consumación del ideal de equidad perfecto. Denuncias sobre filtración de informaciones confidenciales a medios de comunicación y/o periodistas seleccionados empañan el trabajo, ensombrecen a un equipo vendido como transparente e independiente.
Suministrar datos de investigaciones a determinadas personas que luego los hacen pasar como averiguaciones suyas, es una acción que de ser cierta desmerita a ese órgano y si lo que busca es que la población asuma que sus indagaciones son innegables porque antes las sacó el programa de investigación tal, es una estrategia que puede revertirse en su contra.
Sobre todo, porque terminaría por dar la impresión de que si esos periodistas no inquieren, el Ministerio Público no tiene casos que perseguir y esto lo desluce, en lugar de fortalecerlo.
Más claro, armar un expediente solo después de que un medio de comunicación presenta un tema, pone en dudas la real eficiencia de esa nueva Procuraduría General. Lo mismo con filtrar datos de procesos en curso, como interrogatorios, allanamientos, solicitudes de medidas de coerción. Todo esto ilegal.
Toca ahora a ese equipo aclarar las denuncias que tan mal parado lo dejan, sobre todo, por las esperanzas cifradas en su papel de justiciero que cambiaría este sistema lamentable de cosas, estas falencias que impiden verdadera justicia, más que nada a los más carenciados.