Petra Saviñón Ferreras
Un exponente de música urbana es grabado en el momento en el que aclamado por otras personas da una pela a un hombre al que acusa de acabar con los retrovisores de los vehículos en el parqueo de su residencia.
Una población hastiada de tanta ineficiencia del sistema aprueba ese comportamiento bestial. Lo defiende, porque igual está dispuesta a implementarlo, si es afectada y si no lo es también, erigida en justiciera de terceros.
Es gente que ha perdido la fe en los actores obligados por su función a asumir la defensa de una sociedad cada vez más vapuleada por la violencia y la delincuencia.
Esa impotencia la enceguece hasta evitarle distinguir lo peligrosa de una actitud que le convierte en dueña absoluta de la justicia y es a esa instancia a la que en realidad en su inconsciente castiga.
Alto riesgo pare ese comportamiento que en múltiples ocasiones ha dañado a inocentes a propósito o por error y en cualquiera de las variantes es terrible. Sobre todo cuando ante el alegato de la protección contra un delincuente sirve para fraguar venganzas.
De todos modos, no es atribución de los ciudadanos perseguir, insultar, golpear, matar a otras personas malechoras o no. Sí, aunque tengan en la mano pruebas irrefutables de sus delitos.
En el caso de este cantante, su molestia es doble porque el presunto ladrón de retrovisores fue liberado y él citado ante el Ministerio Público. Entonces amenazó con ‘degaritarse’ del país a uno más seguro.
Es penoso, muy triste que influenciadores usen su popularidad para incitar a este tipo de prácticas bochornosas. Aun sea de modo indirecto, sin intención, en acto no planificado ni para enviar ninguna invitación a imitarlos.
Siempre es válido recordar que todo acto de los famosos manda una señal. Reitero, esto sin importar que nunca hayan pensado en transmitir ese mensaje para incitar.