Petra Saviñón Ferreras
Las redes sociales son y lo sabemos ‘dende que empezán’, un mecanismo de múltiples, valiosos y destructivos usos y de variados propósitos.
Ennoblece que esas plataformas ayuden a salvar vidas y en esa misma magnitud horroriza su utilización no solo para grabar agresiones y suicidios, también para fomentarlos.
Como el cerebro termina adoptado a las conductas colectivas, terminamos por normalizar esas aberraciones y por viralizarlas.
Así nos hacemos eco de monstruosidades, unos en un erróneo intento de llamar la atención para que sean frenadas y con esto agravan el mal y otros para fomentar ese morbo inconsciente que hasta defienden con sórdidos argumentos.
Por eso nos saturan las imágenes de accidentes que dejan seres humanos segmentados, linchamientos, suicidios y hasta acciones temerarias cometidas por débiles mentales, motivados por una paga de gente bestializada, asqueante y que han concluido en muertes.
Qué abominable ese uso de las redes, qué repulsión.