‘Tanto dolor se mete en mi costado
que por doler
me duele hasta el aliento’
Miguel Hernández.
Mateo Morrison
El autor es poeta
La catástrofe del Jet Set apareció con su terrible máscara de desgracia. Y ahí pienso en el texto a la muerte de Domingo Moreno Jimenes titulado “El poema de la hija reintegrada”, o en “Elegía por la muerte de Tomás Sandoval”, de Franklin Mieses Burgos y en los otros momentos donde la lírica se ha detenido para convertirse en atmósfera elegíaca.
La tristeza nos deja algunos caminos, entre ellos: valorar la actuación ejemplar de las autoridades y la proverbial solidaridad de los ciudadanos en esta hora en que la consolación, tan difícil para los familiares y amigos y todo el pueblo, se nos hace obligatoria dentro del mar de lágrimas que baña nuestros rostros.
Este dolor inmenso ha multiplicado centenares de caminos para que renazcan los alientos vitales en otra dimensión en circunstancias tan aciagas como estas.
El gran poeta mexicano José Gorostiza dedicó muchos años de su vida a escribir el inmenso poema “Muerte sin fin” conduciéndonos a releerlo para entender un poco la lección que él nos dejó en sus versos.
En mi caso, siempre repetiré la sentencia sabia de la poeta griega Safo ante el golpe demoledor del luctuoso adiós.
Si la muerte fuera un bien
los dioses no serían inmortales.