Homero Luciano
El estado mejicano, fue marcado por las reformas constitucionales establecidas en el año de 1917, en la que específicamente se proclamaba entre otras cosas que: “Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade, y practicar las ceremonias, devociones o actores del culto respectivo, en los templos, o en su domicilio particular…” Esto se contraponía a lo declarado en la Constitución Federal de 1824, que estatuía que México era un país católico.
Esta reforma, se gesta por los revolucionarios mejicanos de principio de siglo, al considerar que la Iglesia católica era la responsable del atraso, del fanatismo y de la ignorancia del pueblo de Méjico. Es entonces bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles, que el estado es declarado como un estado laico, entendiendo la iglesia que con estas reformas se mutilaban y coartaban sus derechos, lo que originan una serie de hostilidades por parte del clero, que dan al traste con el feroz levantamiento religioso, a finales de la década de los treintas.
Es así que surge un movimiento político armado, conocido como la “Guerra Cristera”, que al grito de: “¡Viva Cristo Rey!” y “¡Viva Santa María de Guadalupe!”, confronta a los defensores del catolicismo, y a los soldados federales, reclamando los católicos sus “derechos” de la libertad de culto, exigiendo que les dejaran practicar sus creencias sin control alguno del estado, como lo habían logrado durante los gobiernos de Porfirio Díaz, gobernante que había podido armonizar durante su largo mandato una estabilidad aparente y armoniosa con el clero católico de entonces.
A juicio de muchos historiadores mejicanos, la Guerra Cristera fue un confito bélico, en el que estaba en juego el sistema socio político y los fundamentos de la autoridad del nuevo Estado, ya que las reformas de la constitución de 1917 fueron producto de una radicalización de la constitución del 1857 y las leyes de Reforma, que originalmente no habían sido observadas por la iglesia católica.
Esta revuelta se prolongó desde 1926 a 1929, dejando centenares de muerto y cicatrices que aún permanecen. Durante este conflicto también se consumó la muerte del ex presidente Álvaro Obregón, perpetrada por José de León Toral, un joven defensor de la fe cristiana, quien con esta acción según lo manifestara, aspiraba en convertirse en mártir de la causa.
Para el año de 1992, la constitución mejicana del 1917 fue reformada en algunas disposiciones referentes al aspecto religioso, muchas de las cuales fueron abrogadas, dando pies a que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, recibiera al Papa Juan Pablo II en calidad de Jefe de Estado, restableciendo desde entonces las relaciones políticas y diplomáticas de Méjico con el estado Vaticano, poniendo fin a un siglo de conflictos.