María Fals Fors
M.A Historiadora del Arte. Crítica de Arte
En la oscuridad de la Prehistoria se esconde el origen del mobiliario, de esos objetos imprescindibles para realizar nuestras labores. Tal vez una piedra sirvió de asiento a los seres humanos dentro de una cueva, pero su vida nómada no le permitía trasladarla por su pesadez. Entonces generaron la idea de crear un soporte para su cuerpo y una mesa portátil, surgiendo así la silla y la mesa plegables.
El mobiliario del Neolítico no ha llegado a nosotros, solo podemos imaginar cómo eran los interiores de sus chozas. Los pensamos con muebles rústicos, taburetes y sillas de madera y cuero. Las primeras evidencias de muebles y su estructura observable, se remontan a la Antigua Mesopotamia, hace más de 5 mil años.
En los relieves de los muros asirios y babilónicos, se han podido observar reyes y dioses sentados en tronos altos de patas que en su base tienen formas de piñones, espaldares muy rígidos y tallas de animales fantásticos. Estos iban acompañados de escabeles que servían de apoyo a las altas clases.
Luego en Egipto la jerarquización no estaba dada en la atura de los muebles, sino en el material que lo conformaba. El oro, como metal incorruptible simbolizaba la eternidad del alma del faraón, descendiente del sol. Las piedras preciosas como el lapislázuli, símbolo de lo hermoso y eterno, se incrustaban en las espaldas del trono de Tutankamón, mientas que, las patas en forma de leones y caballos eran el sostén de esas obras de arte. La madera era también muy usada en sus muebles, sobre todo en grupos de menor jerarquía, en las sillas de tijera. Los arcones estaban recubiertos de yeso y pintados, acompañando las pequeñas mesas y las altas lámparas de aceite dentro de los salones.
En Grecia el mobiliario fue más simple. Es muy típica la silla Klismos de patas curvas y la Kliné, cama sencilla donde descansar el cuerpo, así como los bancos de mármol y las mesas de piedra o madera.
Roma Antigua, heredera de Grecia e invasora de Egipto, mezcló ambos estilos, los llenó de fiereza, tomó la kliné y la volvió un triclinum, donde comer y dormir en medio de los banquetes, triplicándolo todo, incluso el lujo y la ostentación. El bronce, el mármol, la madera los usan por igual.
Se destacan la piedra y el curul, este último muy usado por los senadores.
Ya en la Edad Media, en el Románico, el mueble deja la comodidad y el lujo. Se vuelve macizo, pesado, tosco, mortificador de la carne para salvar el espíritu. Los arcones, los bancos, las mesas no trasladables por su excesivo peso, la poca decoración se hace en base a bajorrelieves de arcos de medio punto, patas torneadas y formas vegetales y geométricas completando el cuadro oscuro y austero de los espacios medievales.
En el Gótico, a fines de la Edad Media el mobiliario se llena de excelentes tallas con flores de lis, rosas, lacerías y formas de arcos apuntados. Se mantienen los arcones, esas cajas de guardarlo todo, pero va apareciendo el armario, evitando que las personas tengan que doblarse hacia la tierra y puedan mirar a las aturas donde está la verdad. Los calados, la marquetería primorosa y el
contrachapado son algunas de las técnicas que recubren de decoración las piezas mobiliares.
En el Renacimiento, el mueble Savonarola imita al curul romano, volviendo al pasado y a la búsqueda de adaptar al cuerpo humano los objetos que han sido creados. Vemos el sillón frailero, muy frecuente en España, el armario, la mesa de patas de león, los asientos y espaldares de cuero repujado.
En Inglaterra se observa una decoración exuberante en las camas con doseles. Estas poseen columnas de sostén con decoraciones que semejan un bulbo de melón. En Francia el estilo Luis XIII, con sus patas sostenidas por la forma de una H que las refuerza y las une, aparece ya tapizado y listo para evolucionar hacia los nuevos Luises que se acercan.
El Barroco recarga el mueble, la caoba americana engalana el mobiliario europeo, las formas salomónicas, los dorados y los tapizados de terciopelo rojo y verde se observan en los grandes salones. En Francia la H del Luis XIII deriva en la X sinuosa del mueble Luis XIV, más ligero y delicado que sus hermanos de España e Inglaterra.
Ya en la primera mitad del siglo XVIII, en el Rococó, se desarrolla el llamado estilo Luis XV. Las patas se liberan, se consolida la forma cabriolé en los soportes de mesas y sillas y los colores pasteles se ciernen sobre tapizados y cortinas afeminando el entorno, suavizándolo y haciéndolo gentil.
Multitud de mesitas de diferentes tipos y usos: esquineras, los bureau y los secretaire, se juntan con el chaise longe a la hora de las tertulias, en el momento de escribir una carta o de descansar del hastío.
En Inglaterra el mueble con su pata cabriolé se vuelve más ligero, desaparece el tapizado de los espaldares. La decoración de las maderas imita liras y dejan espacios vacíos. Se abre el camino a un diseño burgués, que va buscando la funcionalidad y la racionalidad en los estilos Shipendale, Sheraton y Adams.
A finales del siglo XVIII, en Francia se desarrolla en mueble Luis XVI, de pata recta y de carácter neoclásico. Mantiene el mismo repertorio en cuanto a tipos de muebles, pero el mismo se pinta de blanco y los tapizados color melocotón llenan los interiores, en una simplificación de líneas que buscan una elegancia basada en el buen gusto más que en la exageración.
En los comienzos del siglo XIX un corso guerrero que pretendió conquistar el mundo y convertirlo en su imperio, impone sus gustos en el mobiliario que se mantiene en el Neoclasicismo, pero que deja a un lado la sencillez helénica para volver a la fuerza y al abigarramiento de Roma. Los rojos cortinajes, las camas en forma de góndola, las patas en forma de quimeras representan un arte de propaganda que pronto colapsó.
El Art and Craft en Inglaterra a finales del siglo XIX intenta unir sus nostalgias goticistas y sus técnicas artesanales con lo funcional y de bajo costo y al mismo tiempo resolver las grandes necesidades de la población dignificando el ambiente de los pobres para asemejarlo al de los ricos. En esos opuestos imposibles de conciliar fracasó económicamente William Morris, dejando sin embargo un legado dentro de las artes aplicadas imposible de obviar.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX con sus latiguillos y asimetrías, con sus vitrales, bronces y plumas de pavo real, con sus flores y cabellos de mujeres hadas llega el Art Nouveau o Modernismo, o Modern Style como se llamó en diferentes regiones, con nombres distintos, pero con el mismo aire. La asimetría, y su capacidad de vincular lo artesanal y lo industrial, el hierro y el cristal, la obra única y la producción en serie, son las conquistas de una nueva forma de ver el diseño.
En el siglo XX, el mueble tubular y modular, el multimuebles funcional, con pocos elementos, que se adapta a los espacios mínimos funcionales posibles formaron parte de los grandes aportes de la Bauhaus, importante escuela de diseño que funcionó en Alemania de 1919 hasta 1933. Marcel Breuer, Walter Gropius y otros diseñadores, crearon lo que hoy llamamos muebles de oficina, esos que nos encontramos casi cien años después en mobiliarios que imitan sus legados, casi siempre contenidos en los espacios públicos.
En estos comienzos del siglo XXI, el mueble postmoderno se mueve entre estilos como un nómada que responde al gusto del cliente que lo quiera comprar, a su psicología y concepción del espacio.
Descansamos en casa de la vecina en sofá Luis XVI, vamos a la consulta y la secretaria nos recibe escribiendo en una mesa Bauhaus, nos movemos entre muebles de todos los estilos y formas, desde los más tradicionales hasta los más innovadores. Es el caos o la “absoluta democracia” del diseño, la libre concepción, la mezcla y la readaptación.
La sociedad sigue avanzando, van apareciendo nuevas mesas que se adaptan al uso de las computadoras, lámparas de brazos móviles para iluminar unidireccionalmente y no molestar con su luz a los que nos rodean. La silla en que estoy sentada es plegable, tubular y el estilo Sheraton de mi comedor me asalta al recorrer con la mirada el espacio hogareño.
El mueble de hoy es reflejo de ese eclecticismo actual, de ese universo complejo en que habitamos, trabajamos y circulamos. En su devenir de formas y en busca de la adaptación al cuerpo y a las funciones para el que está destinado, muta y se entremezcla para crear ambientes donde nos sintamos confortables y podamos seguir viviendo, creando y reflexionando en este viaje sin pausas
rumbo a la esperanza.