Petra Saviñón Ferreras
La escuela, ese espacio ideado para el aprendizaje, para los cambios, por antonomasia es zona de interacción entre compañeros y docentes, lugar de sana convivencia pero… no todo es buena experiencia.
El registro de la relación en el aula está cargado de momentos memorables, que serán luego gratificantes recuerdos. Mas, igual repleto de experiencias desgarradora que marcan, que lancinan.
Esos episodios los componen desde las burlas entre compañeros hasta las humillaciones de los profesores, vestidas de corrección, excesos verbales, psicológicos y todavía físicos.
Claro, sumada está la ineptitud o el desgano para enfrentar el maltrato de un estudiante a otro y la deformación de la disciplina que lleva a suspender y hasta a expulsar a niños de los centros escolares.
El retiro de las aulas por un periodo o por siempre, mecanismo absurdo de formar, es una salida poco efectiva y más que eso destructiva implementada desde el primer grado de básica.
Esto es que niños desde los seis años son víctimas de ese método que contrapone la educación centrada en el ser humano como eje de las políticas que fomentan la disciplina, la afectividad, el desarrollo.
Comunidad educativa, desde arriba hasta el último escalón, por favor una mirada a este sistema ineficaz, doloroso, castrante de la identidad, de la condición humana.
Ojalá.