En el país de Silicon Valley, de Google y de Apple, el retorno a las clases por internet este agosto está sacando a relucir una brecha digital a la que hasta ahora se había prestado poca atención: casi la mitad de las familias de rentas bajas en EE.UU. no disponen de banda ancha.
“Observamos una fuerte correlación con el nivel de ingresos y con el estatus migratorio: si eres pobre e inmigrante, las posibilidades de que tengas banda ancha en casa caen muchísimo”, explicó a Efe Leani García, directora asociada para Iniciativas Estatales y Locales del centro de ideas New American Society.
El acceso a internet de banda ancha, la velocidad requerida para poder navegar y usar todas las funcionalidades de la red de forma cómoda y rápida, es considerado desde hace tiempo por la Administración estadounidense un servicio casi tan esencial como la electricidad o el agua corriente, pero no ha sido hasta la pandemia de COVID-19 que esto COVID-19 que esto se ha convertido en una prioridad.
“No tener internet de banda ancha en casa en estos momentos es un problema para toda la familia: los mayores no pueden trabajar remotamente, los menores no pueden tomar sus clases y la familia entera no puede usar, por ejemplo, servicios médicos de telesalud”, apuntó García.
El caso de los menores es particularmente relevante este inicio de curso, puesto que con la gran mayoría de colegios retomando las clases por streaming, no tener banda ancha significa, directamente, no poder asistir a esas lecciones virtuales y por tanto quedar relegado con respecto al resto de compañeros.
En este sentido, en Estados Unidos, 4,6 millones de hogares con niños en edad escolar (de 6 a 18 años) sólo tienen acceso a internet en el teléfono móvil, algo que, de nuevo, es especialmente prevalente entre las familias inmigrantes.
Según la experta de New American Society, el teléfono no es en ningún caso una alternativa a la computadora o tableta y la conexión por wi-fi o cable cuando se trata de tomar clases, puesto que, entre otras cosas, los ejercicios pueden no estar optimizados para el móvil.
Además, si el teléfono pertenece a uno de los adultos, resulta prácticamente imposible garantizar que el menor podrá seguir sus clases a la vez que el mayor utiliza el móvil para sus propias necesidades.
Los diferentes Gobiernos de todos los colores en EE.UU. en las últimas décadas, desde Bill Clinton hasta Donald Trump, han remarcado la necesidad de garantizar el acceso a internet a toda la población, pero pese a las reiteradas declaraciones y el aparente consenso bipartidista, los avances han sido más bien escasos, en gran medida porque nunca se ha visto como una prioridad absoluta.
El hecho de que esta sea una de las pocas cuestiones que aúnan a republicanos y demócratas en unos tiempos de polarización extrema responde a que afecta muy directamente a dos de sus respectivas bases electorales: la población rural y de zonas aisladas en el caso de los conservadores y las minorías empobrecidas de las grandes urbes en el de los progresistas.
“Las regiones rurales carecen en muchos casos de la conexión física a internet por la falta de infraestructura. Y cuando la opción sí que existe, el coste se vuelve prohibitivo porque en muchas ocasiones se trata de internet por satélite, mucho más caro y menos fiable que la banda ancha”, apuntó García.
La nota positiva es que la pandemia ha obligado a las Administraciones a desempolvar o acelerar sus planes en todo el país y, por ejemplo, ciudades como San José (California) o Nueva York ya han iniciado programas para proveer acceso a internet gratuito a estudiantes y gente de pocos recursos en colaboración con los principales proveedores de banda ancha.
EFE