Petra Saviñón Ferreras
“Llegó rápido la Policía, nunca se tarda aquí cuando lo solicitan… tienen INSTRUCCIONES PRECISAS que suelten lo que tan haciendo y salgan juyendo pa ca. Hay policía que dejan hasta la comida por mitá pa arranca juyendo pa no oime la boca mía”.
Esta frase pronunciada por un miembros de la seguridad de la plaza Ágora Mall que retuvo a David de los Santos Correa es poco notada en el video grabado en el cuarto al que fue llevado en ese establecimiento.
En medio de la confusión, de la consternación generada por esa muerte, la gente centra la atención en otros elementos. Sin embargo, es curioso ese comentario y despliega una bandada de dudas.
Es como si el cuerpo del orden estuviese supeditado a la persona que habla o incluso al centro comercial mismo. Es como si fuese una relación de poder tan fuerte que podría sugerir tráfico de influencia.
¿Por qué tan diligente la Policía con Ágora Mall, qué lleva a este vínculo, casi de subordinación, cuando la gran queja de los ciudadanos comunes, desarrapados es que las patrullas poco hacen caso a sus necesidades?
Esta frase no debe, no puede quedar en el aire, como palabrería más y en este caso, lo mismo que otros atropellos, que otras aberraciones no pueden ser opacado por el día a día que resta todo impacto a las tropelías más grandes.