Manuel Díaz Aponte
El año 2022 sigue avanzando bajo el manto de la incertidumbre y falta de protección hacia la humanidad. Vivimos una época en que un misil es más valorado que la propia raza humana.
En medio de la expansión de la pandemia del coronavirus las principales potencias armamentistas del planeta prosiguieron su alocada carrera de fabricación y adquisición de armas de destrucción masiva.
Mientras faltaban camas, medicamentos y oxígeno para socorrer a millares de ciudadanos ante la peligrosa covid-19 y sus variantes, los nueve países con mayor cantidad de misiles continúan expandiendo su poderío.
Así, los intereses geopolíticos y estratégicos dominan un escenario caracterizado por el poderío armamentista, donde la balanza de fuerza luce muy pareja y en el cual nadie se atrevería a subestimar la capacidad de respuesta del enemigo.
El poder armamentista no debe imponerse a la cordura, inteligencia y racionalidad humana porque ya nadie tiene la capacidad para ser el policía del mundo.
Sin embargo, se continúa incentivando la compra de los misiles más mortíferos, destructivos y sofisticados que tiene la industria armamentista mundial.
Es difícil asimilar que ante los avances científicos, culturales y tecnológicos de la sociedad moderna de hoy, se privilegie y se otorgue tanta primacía a esas herramientas, cuyo fin, más que servir de defensa soberana, se trata de una ignominia contra la colectividad que aspira vivir en paz, progreso y crecimiento económico.
El ser humano de cualquier nación del mundo tiene legítimo derecho a recibir la debida protección del Estado, con las atenciones médicas y fármacos necesarios que garanticen su salud. Pero también, a poseer un techo propio, educación y un trabajo digno que le garantice la seguridad familiar.
Un dato revelador que ofrece la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (Ican), expone que «mientras las camas de los hospitales se llenaban de pacientes, nueve países descubrieron que tenían más de 72.000 millones de dólares a mano (más de 259 billones de pesos) para armas de destrucción masiva».
¿Dónde están esas armas?
Los nueve países que usan armas nucleares o de destrucción masiva son Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia, India, Israel, Pakistán y Corea del Norte.
En 2020, cuando la pandemia causó estragos en el mundo, esas naciones aumentaron en 1.400 millones de dólares el gasto armamentista.
Y cita, que Estados Unidos gastó más de la mitad del importe total, unos 37.400 millones de dólares, cifras suficientes para resolver los problemas económicos en todo el Continente Americano. China, se estima, que gastó unos 10.000 millones de dólares y Rusia, 8.000 millones.
Es evidente, que para cambiar el rostro de la desigualdad y de exclusión social en el planeta, lo primero que deben incentivar las naciones ricas es propiciar el bienestar ciudadano colocando el dinero en fuentes de generación de riquezas y oportunidades.
No sigamos matando la esperanza y el derecho que tiene la raza humana de alcanzar un mundo en que cada sueño se transforme en realidad.