Por: María de las Nieves Fals Fors
M.A.Crítica e Historiadora del Arte
La crítica es la emisión de una opinión sobre un tema. Si pretendemos que este ejercicio del criterio se asiente en bases objetivas y no en prejuicios y dogmas, la misma debe responder a un análisis, a un método donde el carácter científico y la objetividad sean los puntos de puntos de partida para la elaboración de un juicio.
La crítica de arte, específicamente, se basa en ofrecer opiniones especializadas sobre una obra de arte o un determinado hecho artístico. La misma se supone sea dada por una persona con alto nivel de información sobre ese quehacer estético que es el arte, ya sea por un esteta, historiador del arte, un filósofo, un comunicador social, u otro tipo de profesional afín a la disciplina del pensamiento sensible.
¿Qué entendemos por arte? Es una difícil pregunta para cualquier crítico, desde la visión formalista de Wolflin que ve al arte como formas estéticas manejadas formalmente, hasta Levi Straus que lo ve como conjunto de signos, pasando por Focault
que emite un enfoque sociológico sobre el concepto de arte y terminando en Derridá que habla de la deconstrucción de la obra artística.
El arte es al mismo tiempo un sistema de signos, el arte es espiritualidad, el arte es catarsis aristotélica, el arte es una platónica copia de copias, es arte te lleva a la sublimación y a lo más repulsivo de la bajeza humana. El arte es contradicción y armonía, el arte es proceso y meta, el arte es el reflejo de la propia vida.
El arte, en resumen, es una expresión creadora del ser humano, que elabora, selecciona o imagina formas virtuales o materiales, es un producto social y al mismo tiempo un producto profundamente individual y subjetivo, donde el creador comunica por escrito, por sonidos, por imágenes o en la forma que prefiera lo que siente, cree o sueña.
Papel del crítico de arte
El papel del crítico de arte es altamente demandante dada la alta complejidad de su objeto de análisis. El nivel de dificultad de su labor crece exponencialmente en la actualidad, en medio de esta Post Post-Modernidad y de una Pandemia en curso, donde
la relatividad, la ambigüedad, la subjetividad, y la incertidumbre, son generalmente las bases imprecisas para cualquier enfoque, donde todo es del color del cristal con que se mira y se carece de leyes rígidas que marquen la diferencia entre lo bello y lo feo, e
incluso, entre lo sublime y lo bajo.
En este siglo XXI se observa con cierta frecuencia en los medios de comunicación masiva y las redes sociales la promoción de antivalores éticos y estéticos.
Muchas veces el éxito de una obra de arte- como ocurre con el éxito de las personas y de las ideas- se
mide por el número de likes recibidos ¿Cuál es en este contexto el papel del crítico? ¿Y el del mecenas? ¿Y el del curador? ¿Es el de un Cristo Pantocrátor, que con sus dedos acusatorios expulsa a los artistas que no son de su agrado del Tabernáculo de la anti
academia convertida en grupo iniciático y cerrado? ¿El de prestidigitador que hace magia para “vender” la mediocridad de una obra por motivaciones oscuras? ¿O el de educador de masas que busca educar el gusto estético utilizando un lenguaje entendible? ¿Será el de hacedor-repetidor de una jerga académica llena de citas y notas que solo entiende él mismo o el de un creador de nuevas ideas, de nuevas visiones, de nuevas perspectivas para enfocar la obra de arte entendida en un amplio criterio?
La crítica está atravesando hoy una crisis que la llevan a un salto cualitativo; el viejo concepto de crítica de arte está mutando debido a los nuevos y sorpresivos contextos en que nos movemos. La misma, por el necesario y circunstancial aislamiento social generado por el COVID 19, está dejando de hacerse desde la platea de un teatro o frente a las paredes de una galería de arte.
El crítico en estos momentos debe penetrar en plataformas virtuales como Arte Informado, Saatchi Art y Gozar Gallery, para ejercer su oficio. De esta forma, se acerca a la obra en el marco de lo virtual, para servir como traductor del lenguaje plástico, cinematográfico, teatral o musical.
Es comprensible que, como todo traductor, haya sutilezas que el crítico no puede expresar de forma literal, ya que el traslado de un lenguaje a otro conlleva algo de pérdida, ya sea en el marco de la virtualidad o de lo concreto. Se hace muy complejo pasar de una forma de expresión a otra sin que se sacrifique parte del alma de lo creado.
Sin embargo, en este proceso se produce una simbiosis interesante, ya que el crítico puede desentrañar mensajes escondidos dentro de la obra, intenciones, formas de las que el artista no tenía conciencia.
La crítica de arte en el ámbito dominicano actual
En medio de todo lo expresado, vamos a aterrizar en el marco de nuestro país, de nuestra Patria, de nuestra sociedad. La crisis de paradigmas del arte y de la crítica, reflejo de crisis y de cambios acelerados en los paradigmas sociales y políticos mundiales se muestra en nuestra cotidianeidad.
Debemos dejar claramente expuesto el siguiente criterio: una crítica sin argumentos válidos, objetivos, que busque la tergiversación consciente, que se esfuerce en dar solo una media verdad- media mentira a un público que ve en el crítico al sacrosanto intermediario entre la “ Diosa obra de arte” y los hombres, se convierte en una anticrítica, en una falacia, un esperpento ético y estético con un toque inverso al del rey Midas.
Tenemos un sinnúmero de artistas plásticos, teatristas, músicos, cineastas, diseñadores, artesanos con propuestas sumamente interesantes, un campo amplísimo para recrearnos en la obra de arte de cada uno, en el placer de analizarla e interpretarla. Sin embargo, las exposiciones presenciales se han paralizado, los espacios de arte que habían crecido de
manera estimulante se han visto suspendidos por medidas sanitarias que evitan la cercanía física.
En estos momentos, el número de críticos es pequeño. Estos profesionales, salvo casos excepcionales de personalidades muy establecidas, ejercen su trabajo en condiciones muy complejas que incluyen cambios de paradigmas en los espacios para realizar su labor, el pluriempleo, las excesivas horas de docencia para aquellos que son maestros y el buscar la supervivencia en esta “covidianidad” divergente que nos circunda.
Para el analista de la obra de arte se hace cada vez más difícil difundir su doxa crítica. Existen gracias a Dios y a los avances de las nuevas tecnologías, los espacios de las redes sociales, universos más abiertos, blogs y páginas digitales como son, Mujeres Creadoras, Dibujo Contemporáneo Diálogos desde el Encierro. Hoy más que nunca es necesario que las viejas y nuevas generaciones de críticos y estetas se reinventen, renazcan a un mundo que nos ha tomado por sorpresa y continúen su misión de acompañar a los artistas en su recorrido por el sendero de lo creativo en un momento árido y demandante.
La actividad de la crítica artística tiene que expandirse, enrolarse en nuevas travesías, quitarse la vieja armadura oxidada de los paradigmas anteriores, acercarse a los posibles y diversos consumidores de arte en cualquiera de sus manifestaciones, utilitarias o
contemplativas, convertirse en un facilitador que promueva en las personas el conocimiento del arte, para que la comprensión de los fenómenos artísticos no sea la destreza de unos pocos sino patrimonio de las mayorías.
Eso hará que el gusto por lo verdaderamente artístico se expanda, que la sociedad que nos rodea se convierta en un universo de seres humanos con más capacidades críticas, no solo con relación a lo estético, sino con relación a las diversas problemáticas de la
sociedad.
El crítico, analista, educador, abierto, formador desde el punto de vista ético a través de lo estético, es una necesidad en este mundo fabulador y fabuloso en que nos desenvolvemos.
Nuestro reto es salir de la concha, de la zona de confort, de los egos y de la parodia del “Canto a mí mismo”, buscar nuevos caminos en las interpretaciones epistemológicas de las obras artísticas para desempeñar la labor que tenemos el deber de realizar: el de promotores culturales, el de dignos y a la vez humildes enlaces entre el artista y su público, el de ser defensores del libre discurso de un arte que solo debe ser contenido por el bien como su fuente y origen.