María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
La arquitectura forma parte del ambiente donde trabajamos y habitamos. Por eso retrata en sus estructuras formales y conceptuales las necesidades de la sociedad que alberga. Cada época aporta entonces su visión del mundo a ese arte tridimensional con espacios interiores, donde el ser humano vive, crea y ama.
Si observamos la fábrica Fagus de Walter Gropius, realizada en Alemania entre 1911 y 1914, nos puede parecer que es un edificio recién inaugurado a pesar de tener más de 100 años. Este constituye uno de los primeros vestigios de arquitectura racionalista o funcionalista, código que se puso de moda a partir de las enseñanzas de la escuela de diseño de la Bauhaus (1919-1933) y de la Carta de Atenas, documento rector de la arquitectura y el urbanismo del Racionalismo, redactado por Le Corbusier.
¿Qué caracteriza a este tipo de arquitectura? En primer lugar, la búsqueda de la funcionalidad, de la que hablaba Louis Sullivan cuando decía: “la forma sigue a la función”. En segundo término, la ausencia de decoración y además la geometrización, la búsqueda de lo simple y la pureza de líneas.
En lo espacial los arquitectos que desarrollaron esta tendencia iban en busca de la creación de espacios integrados y la vinculación interior-exterior. Desde el punto de vista urbanístico, concibieron las ciudades como organismos vivos, basados en el esquema ciudad-jardín, cuyas funciones vitales: habitar, trabajar, recrearse y circular fueron establecidas por Le Corbusier.
El Racionalismo, que se mantiene y mantendrá vigente por mucho tiempo por su bajo costo, fue combatido desde mediados del siglo XX por el movimiento brutalista, que puso al revés sus postulados, colocando los aspectos formales por encima de la función, dejando a un lado el aspecto económico, exhibiendo estructuras y paredes en bruto, haciendo contrastes de texturas con los vidrios y con algunas pocas superficies coloreadas y lisas.
Es el caso del Parlamento de Chandigarh en la India, la Biblioteca Nacional de Argentina, el complejo cultural Teresa Carreño en Venezuela y el Museo de Arte Moderno de República Dominicana (1973), diseñado por José Meriño.
Otro estilo vigente en el siglo pasado y que ha llegado hasta el hoy es el Organicismo, que pretende integrar los postulados funcionalistas con las formas y el ambiente de la naturaleza, utilizando lajas, suavizando los ángulos y buscando lo ergonómico y lo adaptable a las formas redondeadas del cuerpo humano. Frank Lloyd Wright en EE. UU con la Casa de las Cascadas y el Museo Guggenheim y el mexicano Juan O Gorman con su vivienda privada en el Pedregal de San Ángel, son ejemplos representativos de este estilo.
En la segunda mitad del siglo XX se va imponiendo el eclecticismo de la arquitectura postmoderna, que vincula el pasado clásico con los materiales novedosos, logrando formas atrevidas que olvidan la funcionalidad y cayendo incluso en el uso de lo superfluo y metafórico.
Es el caso de la Plaza Franklin de Robert Venturi, cuyos gazebos carentes de techo adornan y armonizan el espacio urbano de Filadelfia. En este estilo se destaca Charles Moore con la plaza Italia en New Orleans, que conjuga arcos de medio punto y entablamentos grecorromanos con líneas quebradas, vanos ciegos y escaleras que nos conducen a ningún lugar.
A finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI se establece el llamado Deconstructivismo, estilo arquitectónico que, como su nombre lo indica, busca la deconstrucción de las edificaciones en sus diferentes partes, retando la gravedad, la lógica y los principios de la geometría euclidiana, proponiéndose siempre el reto, la provocación, el logro de los imposibles a través de construcciones de muy alto costo que buscan la altura, lo dinámico y las formas fluidas.
Entre los arquitectos deconstructivistas de mayor importancia tenemos a Frank Gehry, autor del Museo Guggenheim de Bilbao cuyas paredes recubiertas de planchas de titanio reflejan las aguas y a Daniel Libeskind, diseñador del Museo del Holocausto en Berlín, inaugurado en 1999, cuyos caminos de formas truncas o quebradas, sus paredes metálicas y su plano irregular, nos evocan todo el horror de la guerra y de la muerte.
Una destacada arquitecta de este estilo fue Zaha Hadid, de origen iraquí que estudió en Europa. Sus formas atrevidas, a veces basadas en la elipsis, otras en las formas asimétricas, se inspiran en los rayos o en las flores, como es el caso del Pabellón Puente sobre el río Ebro en Zaragoza, España, realizado en el año 2008.
Nuevas formas de vida, otras costumbres y tecnologías llegarán sustituyendo a las actuales. Mientras tanto, la arquitectura seguirá evolucionando a través del diálogo entre el diseñador y el habitante, entre el arquitecto, el ingeniero y el cliente, reflejando así el devenir de nuestra forma de pensar y de existir.