Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
Judith Cisneros es una artista argentina de amplia formación. Egresada en su patria de las escuelas de arte Prilidiano Pueyrredon y Manuel Belgrano, su obra se enmarca en un estilo óptico cinético muy personal.
Perteneciente al Art Research Center de los Estados Unidos de Norteamérica, investiga para la realización de sus obras en el campo de la física, de la neurociencia, en las mitologías y la historia antigua, en el campo filosófico y en el alma humana.
Su arte ha recorrido su país natal, Perú, Chile, Grecia, Francia y Arabia Saudita. Entre las numerosas obras y presentaciones que ha realizado destacan “Olimpus” presentada en Noviembre de 2017 en Buenos Aires, donde sus luces, sonidos, olores jugaban con las obras de la sala de Arte Griego del Museo de la Cárcova, “Momentum, substancia de Luz” y “En el espacio”, así como “Likurgo, obra de la luz”, exposición inmersiva que está realizando en homenaje a su maestro venezolano Carlos Cruz Diez en los meses de agosto-septiembre de 2022 en el Salón La Cúpula del Palacio de Bellas Artes en el Distrito Nacional de Santo Domingo, República Dominicana.
El viajar a través de esta experiencia única, tomada de la mano de la artista, es como penetrar en un universo encantado donde los siete colores del arcoíris se convierten en más, en el que la calidez de un verde, atrapado en tu mano, te hace comprender que la esperanza se construye cada instante para romper las sombras de lo mezquino.
El percibir el tenue perfume que emana del entorno y que recorre el aire de un espacio circular de integración cósmica te lleva a sentir que todo está en paz dentro de ti y que puedes proyectar lo que sientes a través de prismas infinitos de luz sobre la humanidad entera.
En la medida que me coloco dentro de la obra veo la transparencia de un espejo desde el suelo que refleja nuestro propio cuerpo, vivo cada uno de los colores, puedo observar la obra en diferentes momentos que la convierten en mi mente en algo nuevo que explorar una y otra vez.
Las líneas y volúmenes creados por las proyecciones no me hieren, solo me atrapan dulcemente en un sueño del que no deseo despertar. Triángulos se revelan en perspectivas diversas, cuadriláteros en el cielo-cúpula emergen diferentes en cada mirada, me asaltan recuerdos, caminos y la sublimidad del ser y del hacer.
Y luego salir al mundo exterior, bajar las escaleras de mármol renovada y con fe fortalecida, sentir que las luces y la música se imbricaron en mi esencia para nunca dejar de ser parte de mi yo, fue la experiencia única con la que Likurgo me dejó su huella imborrable y sutil para demostrarme de nuevo que la vida es bella.
Les invito a visitar Likurgo, a vivir ese momento sin tiempo que quedará en sus vidas como quedó en la mía.