Petra Saviñón
La autora es periodista
La jerarquía en la relación entre los padres y los hijos no siempre ha estado clara. Esa interacción en la que no había discusión sobre el respeto a los progenitores, la obediencia, no era regla en todas las familias y en los casos en los que sí, no con todos los hijos.
Quién llevaba el control no es asunto de que los tiempos de antes qué distintos eran. En esas épocas, igual había irrespeto, rebeldía. El asunto es que ahora está vuelto costumbre desafiar, enfrentar a padres y madres sin el mínimo reparo.
Entonces, sí es cierto que las cosas han evolucionado y que esto va más allá de que cada generación trae sus propios códigos y es más avanzada que la anterior, hasta en los aspectos negativos.
Los saltos hacia conductas inapropiadas han sido muy grandes, rápidos. La culpa es de la tecnología, de la música, de la actitud blanda de la familia, del poco tiempo dedicado a los vástagos, de los educadores apáticos ¿Será cierto?
Verdad demasiado evidente es que esta sociedad está revuelta, agitada en todas sus estructuras y que la familia no escapa a ese maremágnum, a esa multitud de cosas, de cuestiones que nos aplastan.
El caos no es irreversible y las herramientas apropiadas deben asirse con fuerza para cambiar esta realidad aplastante, mas reductible.
El núcleo social más importante es la gran zapata para mantener la gran casa en orden y es fundamental para mantenerlo a flote, el recordatorio de que en esa estructura hay niveles, una jerarquía a respetar.