Petra Saviñón Ferreras
No hubo reforma fiscal. La echó pa’ tras el Gobierno ante la reacción de una población hastiada de tanto estirar los pesitos o por el rechazo contundente de sectores que sí ejercen influencia.
No, no hubo aumento de impuestos. No oficial, porque las alzas de precios menguan el presupuesto de la gente que entre airada y resignada ve encarecer los productos esenciales para sustituir y a la que embullan con tema tras otro.
Así, la defensa de la nación ante el peligro que representaría la crisis haitiana ha hecho ondear la bandera tricolor y cantar a pecho henchido el himno nacional. El patriotismo latente y qué bueno, ojalá que conjugado siempre con equilibrio.
Pero parece una estrategia de embullo este afán por destacar a ocho columnas lo que ocurre allá en el lado oeste y no digo que no reflexionemos. Mas, ante tanta incertidumbre local igual es válido preocuparse por los problemas que nos atosigan y que son bien reales.
Así ha sido siempre y ¿será? Pan y circo nos hacen voltear y dejar de lado aquellas cuestiones relevantes que nos disminuyen como nación y el pan es cada vez menos y el circo a veces circular, monótono y hasta cruel.
En este caso no es diversión lo que nos retiene, es tragedia, sí. No obstante, insisto, que ese problema desgarrador que vive el pueblo haitiano no nos impida pensar en los propios. Al contrario, nos ayude a fortalecernos, a aprender de las flaquezas.
Que el afán por librarnos del enemigo invasor que vendría harapiento y lánguido, no nos haga olvidar el enemigo interno vestido de violencia, delincuencia, alto costo de la canasta familiar y descuido estatal.