Por María Fals Fors
La autora es historiadora del Arte
El 17 de este octubre caliente, a las 6.00 de la tarde, en el Centro Perelló de Baní, Geo celebrará también con nosotros sus sesenta años de vida artística a través de una exposición-acción plástica y musical,
Sumergirse en el universo Geo es viajar a las estrellas y al mismo tiempo caminar por el centro de la Tierra. Como en los templos sagrados, para llegar a él hay que atravesar el pórtico de la muerte y de la vida, caminar descalzo sobre su cósmica aventura para arribar al infierno como Dante en la barca de Virgilio, o ascender como las almas puras al paraíso, transformarse al mismo tiempo en oscuridad y en luz, saber que Yukahú es hijo de Atabey y que las líneas de Nazca son la mágica verdad que nunca se descifrará.
Para conocer a un tal Geo, ciudadano dominicano y del mundo, viajero entre continentes y contenidos, debemos saber qué es una Nigeria en acto de iniciación, devorar el picante de un manjar de dioses, digerir un cazabe en santidad, sentir en las entrañas el mito de Ochosi de la flecha de la justicia divina y adivinar como en la mirada de un amigo se esconde el vino dulce de la alegría. Una vez dije que Geo es punto de encuentros, hoy lo repito.
Caracas, mayo de 1950. En esa ciudad fortuita, hogar temporal y amado de una familia que se vio obligada a marcharse de su Patria, nace un eterno niño de sorpresas y caprichos. De cabellos dorados, con azul en los ojos y negritud en el alma, pronto cabalgará vestido de rojo sobre un caballo blanco en la Bienal de Sao Paulo de 1987.
De esa casa de sus recuerdos se marcha, ve el mar en Puerto Rico y luego retorna a su origen, a tierra suya y de sus padres, a la de sus nueve número de ancestros, a la Tierra- Triángulo, trinidad y trimurti, donde está su casa. En 1964 pinta una mano crispada que es la mano del pueblo, que es la huella de la lucha por la libertad, por la dignidad, por la búsqueda de la verdad incómoda que “ilumina y mata” (Martí, J., Yugo y Estrella). Es una pequeña-gran obra que es un punto de partida, una piedra de fundamento, desde donde el gallo canta.
Y luego llegará pintado el Cristo de las sombras en 1966, donde se proyecta la figura oscura de un Jesús crucificado sobre el campo de sangre del sacrificio y la redención.
Ese Cristo es el reverso del interpretado por otro trashumante llamado Gauguin, quien en el siglo XIX se atrevió a colmar de amarillo purificado al Hijo del Hombre que está entre nosotros siempre.
Y luego llega “Inspiración” en 1967, hecha en medios mixtos sobre papel, que le valió a un joven de 17 años el segundo premio de dibujo del Concurso Eduardo León Jimenes.
En ella lo figurativo se marcha derrotado, brota como un surtidor el dorado Geo Ripley, en un gesto espontáneo donde el azar es el arma del genio creador para rebelarse y revelarse.
En 1981 su Video arte “Pijao” es presentado en el aniversario 50 del Museo de Arte Moderno de Nueva York como tributo a la memoria de las culturas tradicionales de esta América nuestra, donde “Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos, denodados, al mundo de las naciones (Martí, J., Nuestra América).
En 1987, arrasa en su irreverencia con la falsa moral y los protocolos atávicos en la Bienal de Sao Paulo, va pintado de rojo, avanza al ritmo del yembé, danza el rito de la libertad, impactando, provocando, criticando, haciendo que la gente pueda reflexionar y vivir el criterio del arte único como expresión de lo diverso.
En 1994 llega “El Cristo de la Rama de Espinas”, revelación del Camino, la Verdad y la Vida, síntesis infinita de la fuerza de la fe, minimalismo sobre fondo dorado que se clava en el corazón para reparar el cuerpo, para salvar el alma. Obra suprema de la luz, es un ejemplo de cómo con poco se dice todo.
Nueve número de Ancestros, 2007, Museo de Arte Moderno. Se presenta con 50 obras realizadas entre 1997 a 2007, es un canto a las mitologías africanas, amerindias y afrocaribeñas que se divide en “Estacias”: “Terra Nostra” (1997), “Crónica de las Indias” (1998), “Asé”(poder rojo, blanco y negro, 2000), “Odduduá”(2004), “Presencias” (2006) y “Telas africanas de la Tradición del Barro en Malí” (1999) en una multiplicada estructura ternaria.
Y el tema mariano, siempre presente en este adolescente antiguo, sabio y acucioso: la virgen del Cobre, la virgen de Regla, la virgen de Guadalupe, nuestra Altagracia, Patrona de República Dominicana. Varias de estas madres se presentaron en “Ad majorem dei gloriam” en el 2016, tanto en la Galería Nacional de Bellas Artes como en
el Centro Perelló de Baní. Esas y otras advocaciones, interpretadas en técnicas mixtas, se proyectan hasta el día de hoy en sus cuadros en Roma, en Honduras, en el centro de cada corazón.
Y sus Cristo siguen siendo símbolos de la salvación eterna, y las telas africanas continúan sirviendo de base al trigonolito y al casabe dorado de la paz, como sucedió en la exposición Yucahu, maguá maorocoti. “El señor de la yuca y del casabe” en Jarabacoa 2021, esa que fue expresión del renacer de un mundo artístico en plenitud,
luego de la Pandemia.
Una virtud tiene Geo: es de todos y al mismo tiempo, de nadie. Geo es un “libre”, un inclasificable, junta los cultos sincréticos, el camino de Santiago, las madres de África y la Virgen de Guadalupe, los cemíes taínos con un pestillo dogón como un concierto barroco de rojos, negros y dorados. Quien piense que lo atrapa no sabe que él es agua.
Es falso y verdadero que Geo es hijo de la tierra. Geo es terrenal, pero salta cual la cascada juguetona del mito de la vida, Geo es capricho, es viento, es terco en sus propósitos y aunque le cueste a veces el olvido, sigue siendo fiel a sí mismo, pagando el precio de ser y de crear como le venga en ganas.
En su juntar del todo, en su hacer y deshacer, mezcla a los de arriba con los de abajo, a los ascendentes, a los desahuciados, a los establecidos, a los que esperan y a los que a veces desesperan.
Une, a veces mucho más de lo permitido, pero vale la pena “Imagine”, vale la pena Geo, vale la pena Lennon cantando “Imagine all the people living life in peace” aunque las bombas caigan. Vale la pena su arte que se hace cada día más vigente, más necesario, más cercano.
Tengo en casa un CD fechado en el 2007, que dice “Fotos”. Lo encontré entre lospapeles de mi padre, el Dr. Santiago Fals, profesor de la Facultad de Artes y ex coordinador de cátedra de la Escuela de Música. Como todo CD es circular, es dorado y lleva un inconfundible garabato gestual y ancestral con un nombre: Geo Ripley.
Pienso que ese símbolo oculto selló desde los tiempos algo que “solo se puede ver con los ojos del corazón” como se dice en “El Principito”.
El jueves 3 de octubre se efectuó en el auditorio Manuel del Cabral de la Biblioteca de la UASD el XIX Simposio de Historia y Crítica de Arte “Artes y culturas Híbridas”, organizado por la Escuela de Crítica de la Facultad de Artes.
En ese digno marco se le dedicó a Geo Ripley Gómez un justo homenaje por sus aportes culturales y artísticos como investigador del patrimonio inmaterial y material del Caribe, como poeta, como artista visual innovador con sus performances, sus instalaciones, sus videoartes y fotografías, su música, sus pinturas y sus técnicas mixtas.
El 17 de este octubre caliente, a las 6.00 de la tarde, en el Centro Perelló de Baní, Geo celebrará también con nosotros sus sesenta años de vida artística a través de una exposición-acción plástica y musical, organizada por el Centro Perelló, en colaboración con Philartis R.D. y la Fundación Tierra Tierra, que recogerá aspectos imprescindibles
de su legado.
Allí podremos ser co-protagonistas de un arte donde todo converge en una dialéctica de unidad y lucha, de amor y de bien común, de sincretismo, de dadá, de surrealismo, de expresionismo abstracto, de grandeza, donde estará presente el folclorista, el caballero de la orden de Santiago, el profesor de artes plásticas, el Doctor de la Universidad de Tamaulipas, el pintor cósmico de las luces y las sombras, ese símbolo de diversidad y sobre todo de trascendencia, que sigue en cada uno de nosotros y que firma Geo Ripley.