Petra Saviñón Ferreras
Las entidades de servicio llevan la palma en las encuestas sobre mala atención al cliente.
Parece una paradoja que los establecimientos no estatales igual salgan malparados, pues lo que buscan es preciso gente a la que atender y así engrosar sus ganancias.
Pero ocurre que lo permea todo esa relación de poder aposentada de forma tácita a veces, directa muy directa en ocasiones.
Así, cualquier empleado que brinde un servicio, por el que olvida que recibe una paga, tiene en sus manos el poder de avasallar al requiriente.
Esto es más extenso que la pedantería de algunos de los que laboran en el área de servicio al cliente.
Por desgracia su radio es mucho mayor. Por esto, los usuarios enfrentan una larga cadena de atropellos desde que franquean la entrada y a veces hasta antes.
Sucede al tramitar documentos, al solicitar justicia, atención médica, en clínicas y hospitales, en las escuelas públicas y privadas.
El registro cabe en cualquier espacio y pasa porque ese aire de superioridad que engrandece y envilece a tantos seres humanos, no es otro que la falta de raciocinio y de amor propio. Obvio, quién no es capaz de tratarse bien no podrá hacerlo con los otros.