Ahora, una década después de su muerte, se publicó este mes la novela, titulada “Hasta Agosto”. Se centra en una mujer llamada Ana Magdalena Bach, que viaja cada agosto a una isla del Caribe para visitar la tumba de su madre. En cada una de estas peregrinaciones, liberada de su marido y de su familia, encuentra un nuevo amante.
Hacia el final de su vida, cuando su memoria estaba en ruinas, Gabriel García Márquez batalló para terminar una novela sobre la vida sexual secreta de una mujer casada de mediana edad. Estuvo haciendo cambios durante años, eliminando frases, garabateando en los márgenes y dictando notas a su asistente. Finalmente, se rindió.
“Me dijo directamente que había que destruir la novela”, dijo Gonzalo García Barcha, el hijo menor del autor.
Cuando García Márquez murió en 2014, múltiples borradores, notas y fragmentos de capítulos quedaron refundidos en sus archivos en la Universidad de Texas, en Austin. La historia quedó en gran parte olvidada —hasta que los hijos del autor decidieron desafiar sus deseos.
Ahora, una década después de su muerte, se publicó este mes la novela, titulada “Hasta Agosto”. Se centra en una mujer llamada Ana Magdalena Bach, que viaja cada agosto a una isla del Caribe para visitar la tumba de su madre. En cada una de estas peregrinaciones, liberada de su marido y de su familia, encuentra un nuevo amante.
La novela añade una coda inesperada a la obra de García Márquez, premio Nobel, y probablemente suscitará preguntas sobre cómo los patrimonios y los editores deben sortear los lanzamientos póstumos.
La historia está llena de obras famosas que no existirían si los herederos no hubieran hecho caso omiso de los deseos de los autores. En su lecho de muerte, el poeta Virgilio pidió que se destruyera el manuscrito de “La Eneida”, dice la tradición clásica. Cuando Franz Kafka enfermó gravemente de tuberculosis, ordenó a Max Brod, su amigo y albacea, que quemara todas sus obras. Brod lo traicionó, entregando obras maestras como “El Proceso”, “El Castillo” y “El Desaparecido”.
En algunos casos, las intenciones del escritor para el texto no estaban claras, llevando a los lectores a preguntarse cuánta latitud tomaron los editores. Herederos han sido criticados por empañar el legado de un autor al publicar obras inferiores.
Para los hijos de García Márquez, la cuestión de qué hacer con “Hasta Agosto” se complicó por las evaluaciones contradictorias de su padre. Fue sólo cuando estaba preso de la demencia cuando decidió que no era lo suficientemente buena.
Para el 2012, ya no reconocía a amigos ni familiares, dijeron sus hijos. Confesó que se sentía a la deriva como artista. “Gabo perdió la capacidad de juzgar el libro”, dijo Rodrigo García, su hijo mayor. “Probablemente ya ni siquiera podía seguir la trama”.
A diferencia de sus extensas y exuberantes obras de realismo mágico —épicas como “El Amor en los Tiempos del Cólera” y “Cien Años de Soledad”, que ha vendido unos 50 millones de copias— “Hasta Agosto” tiene un alcance modesto. Pero los hermanos argumentan que es una valiosa adición a la obra de García Márquez, en parte porque revela una nueva faceta de él. Por primera vez, centró una narrativa en una protagonista, contando una historia íntima sobre una mujer de casi 50 años que comienza a buscar la libertad y la realización personal.
En su Colombia natal, donde el rostro de García Márquez aparece en la moneda, muchos están ansiosos por algo nuevo de él. Aún así, algunos desconfían de cómo se está vendiendo.
“No te la están ofreciendo como un manuscrito, como una obra inconclusa, te la ofrecen como la última novela de García Márquez”, dijo el escritor y periodista colombiano Juan Mosquera. “No creo en la grandilocuencia que le otorgamos”.
En cierto momento, García Márquez sintió que valía la pena publicar la novela. En 1999 leyó pasajes en una presentación con el novelista José Saramago en Madrid. Posteriormente se publicaron extractos en el principal periódico español, El País, y en The New Yorker. Dejó el proyecto a un lado, pero volvió a trabajar intensamente en él en el 2003 y, un año después, envió el manuscrito a su agente.
Hace dos años, sus hijos decidieron darle un nuevo vistazo. La novela era confusa en algunos lugares, dijeron, pero se sentía completa. García Márquez había dejado al menos cinco versiones. “Una de las carpetas que guardaba tenía un ‘Gran OK final’ al frente”, dijo García Barcha.
El año pasado, cuando le pidieron a Cristóbal Pera, que había trabajado antes con su padre, que editara la novela, éste empezó a trabajar a partir de esa versión. Tomó también de otras versiones y un documento digital que había compilado el asistente de García Márquez, con los cambios que el autor había querido hacer.
Al construir la versión más coherente que pudieron, Pera y los hermanos establecieron una regla: no agregarían una sola palabra que no fuera de las notas o versiones diferentes de García Márquez, dijeron.
ALEXANDRA ALTER
THE NEW YORK TIMES